La Orquesta Sinfónica de Salta: Reinventarse y concientizar desde lo sónico
Opinión09/03/2022InformateSaltaSi bien en la mayoría de los casos es difícil demostrar causa y efecto, parece que la industria clásica ha comenzado a escuchar. Por ejemplo, la organización sin fines de lucro Women's Philharmonic Advocacy de EE. UU., que recopila datos sobre la programación en las veintiún orquestas estadounidenses con los presupuestos más grandes, ha rastreado los aumentos en la cantidad de compositoras y la cantidad de obras interpretadas por mujeres en 2019 -20 temporadas, en comparación con temporadas anteriores, marcando apenas un leve mejoramiento. Es precisamente la labor de difusión y apoyo logístico de la Women's Philharmonic Advocacy la que nos permitirá escuchar por primera vez en Argentina una sinfonía de la compositora francesa Louise Farrenc de la mano de la Orquesta Sinfónica de Salta y bajo mi dirección. El concierto está programado para el 17 de marzo como parte del ciclo Mes de la Mujer, auspiciado por la Secretaría de Cultura y el gobierno de la Provincia de Salta.
El jueves 3 de marzo tuve la oportunidad de asistir al primer concierto de la segunda edición del mencionado ciclo, presentado por la Maestra Yeni Delgado y la Orquesta Sinfónica de Salta (OSS). La velada abrió con la Overtura Fausto (1880) de Emilie Mayer. Meyer, contemporánea de Liszt y Wagner, comenzó a componer relativamente tarde, pero fue extremadamente prolífica y disfrutó de respeto y un relativo grado de fama durante su vida. Esta obertura – en realidad un poema sinfónico programático – se nos presenta como un compendio de las múltiples capacidades compositivas de Mayer. La orquesta nos entregó lo siniestro en las cuerdas bajas y los vientos. La vívida representación musical de la historia de Fausto, ricamente expresiva pero nunca empalagosa, nos envolvió eficazmente con armonías audaces y sorprendentes que anticipan a los últimos Brahms y Tchaikovsky. La comprensión de Mayer de la narrativa dramática es especialmente eficaz: utiliza repetidamente una paráfrasis de un coral luterano (Salmo 42 de la Biblia de Ginebra) para representar la salvación espiritual como hilo conductor a lo largo de la obra. Su música fue un descubrimiento estupendo tanto para los intérpretes como para la audiencia salteña.
Seguidamente, escuchamos una obra de Gina Enríquez, compositora y directora de orquesta mexicana formada en Méjico, Estados Unidos y Europa. Enríquez es un exponente de compromiso social e iniciativa de los que son capaces las mujeres en el ámbito musical. Fundadora de Mujeres Pro Música A. C. y la Orquesta Sinfónica de Mujeres del Nuevo Milenio, dedica gran parte de su obra musical a la concientización ecológica y la preservación de la vida en el planeta a través de la temática y sugestiva textura de poemas sinfónicos. La OSS supo claramente desplegar los colores y matices de Arrecife (2017). El tejido musical que emanaba del escenario guiaba a la audiencia salteña tanto por la belleza majestuosa de los corales (melodías de largo fraseo de las cuerdas) como por la fragmentación surgida de la destrucción humana de los mismos (ritmos irregulares teñidos de percusión, maderas y metal).
Sin duda alguna, el objetivo esencial de la obra Enríquez y el de la labor de la OSS están en sintonía: transmitir a través de la música que la comunión entre distintas personas, culturas y especies con su entorno es fundamental para crecer y seguir creando. El trabajo incansable de la orquesta salteña – en particular desde el nuevo paradigma pandémico – es un ejemplo palpable y audible de las posibilidades de reconstrucción del alma sónica de los ensambles musicales tras el silencio impuesto por el virus nos invade. Tal y como ocurre con los ecosistemas al posibilitar el restablecimiento de su delicada armonía al abrir nuevos espacios para desarrollar las capacidades únicas de cada individuo. Y la metáfora no es casual, siendo toda orquesta un ecosistema único y sobre todo irremplazable al que debemos proteger no solo de las debacles globales inevitables sino también educando a quienes, cual turistas, solo perciben la estridencia colorida de sus habitantes y pretenden colonizar su espacio o extrapolar su imperfecta belleza.
El concierto para violín incluido en el programa exhibe otra relación con lo femenino. No pertenece a una compositora, sino que contó con una invitada muy particular: la virtuosa Pilar Policano, de solo 14 años. Antes de su presentación con la OSS, la joven prodigio ha estado construyendo una sólida reputación nacional, siendo este concierto solo el inicio de una prometedora carrera como solista. Wieniawski, violinista de técnica impecable que combina educación francesa y temperamento eslavo, escribió su Concierto # 2 en re menor Op. 22 (1862) durante el período relativamente estable de su residencia en San Petersburgo. Ricamente melódica y altamente idiomática, esta obra equilibra distintos elementos estilísticos emanados de su acervo compositivo, tal vez demasiado serenamente.
La introducción orquestal de Wieniawski fue a la vez resonante, equilibrada y afectuosa, y la entrada de Pilar Policano iluminó el ambiente sonoro con un tono centrado y un fuerte impulso rítmico. La solista fue técnicamente impecable, pero se hizo notar la ausencia de un momento claro de verdadera expansión emotiva. Sospecho que se debe a la naturaleza motívica del tema principal. Esto se hace aún más evidente en el caso del Romance central, donde la persistente dulzura de tono no permite un sentimiento más profundo. Me atrevo a decir que justamente por esta razón la obra se ajusta perfectamente a una solista de temprana edad: la serenidad y candidez invaden la obra. Como demostró la interpretación de la OSS junto a Delgado y Policano, la obra revela tanto la evolución del manejo de las secciones del tutti y del solo, como la modificación del plan formal tradicional. El resultado sonoro fue un estilo ligeramente romántico, cuya herramienta fue un lenguaje musical más cándido que acrobático. Todo esto fue hilado por la precisión rítmica y rico marco dinámico de Policano. Confieso que espero ansiosamente ver la evolución musical de esta joven solista.
Asimismo, la OSS nos brindó en este concierto la valiosa oportunidad de reencontrarnos con la música más escondida de una compositora olvidada, Cecile Chaminade, y lo hizo con una obra de marcado carácter francés. Con esto me refiero a la fuerte conexión entre la tradición francesa y el arte de la manipulación tímbrica orquestal. La historia ha sido cruel con Cécile Chaminade. Si mencionamos su nombre y lo más probable es que encontremos miradas perdidas o largos silencios. Pero hace un siglo, la compositora era uno de los nombres más famosos de la música, no solo en su Francia natal, sino también en Gran Bretaña y Estados Unidos. Es curioso que ya sus primeros opus muestran la ambición de escribir para los grandes escenarios mientras su fama llegó de la mano de la música de salón. De aquella ambición nace Callirhoë op. 37 (1888). Sin embargo, la muerte de su padre, la hizo responsable financieramente de su familia, abocándose al género musical de moda abandonando lo orquestal por territorios más redituables.
Componer para una orquesta era en sí mismo raro en las compositoras contemporáneas a Chaminade, ya que generalmente carecían del acceso a un gran número de músicos y espacios de interpretación a gran escala necesarios para componer para orquesta y para que se interpretaran esas obras. De Callirhoë surge la suite orquestal de cuatro movimientos (“Prélude,” “Pas des Écharpes,” “Scherzettino” y “Pas des Cymbales”) con la que la OSS nos privilegió. Un estreno más que único. Callirhoë no es una mera partitura de ballet, sino un "ballet sinfónico.” Se preguntarán cuál es la diferencia. Como es de rigor existe una narrativa de base: las vicisitudes que atraviesa Alcmaeon para ganar el corazón de su princesa cautiva, Callirhoe, cuya personalidad plantea todo tipo de problemas para arribar al consabido final feliz. Sin embargo, no son el hilo diegético ni la danza los motores que impulsan a la compositora, sino que precisamente el sonido orquestal es el centro de la concepción compositiva de Chaminade. Es aquí nuevamente donde quien transmite el mensaje se convierte en parte del mismo. La OSS de la mano de su directora titular, nos llevó por el “Preludio” de apertura de estilo pastoral para luego atravesar las tres secciones consecutivas destacando la versatilidad melódica del lenguaje, sus armonías contrastantes y sus colores orquestales transparentes.
Aún queda mucho por redescubrir de la producción creativa de Chaminade. En pleno auge del Global Village, parece imposible que las partituras completas de la música de un compositor no existan en alguna parte, pero esa es la realidad de muchas compositoras a lo largo de la historia. Son precisamente conciertos como los del Mes de la Mujer los que ayudan a que ese material salga a la superficie.
No temo en absoluto afirmar que el programa mencionado era ambicioso en el más amplio sentido de la palabra: múltiples estrenos de estilos opuestos que incluían obras surgidas tanto de la conciencia medioambientalista del siglo veintiuno en Latinoamérica, como del desafío de los roles femeninos impuestos en la Europa del siglo diecinueve. Sin embargo, el hilo conector fue claro: promover la labor femenina y concientizar sobre las Escaleras rotas a las que se enfrentan compositoras, solistas y directoras de todas las épocas. El objetivo fue firmemente alcanzado ante una sala completa pese al protocolo sanitario requerido.
Desde abril de 2020 todos presenciamos la desaparición de lo que solíamos ser y nos vimos obligados a reconstruirnos individual y grupalmente, y la OSS lo continúa haciendo. Evidencia nos sobra en los múltiples conciertos para ensamble que este organismo puso a disposición del público en su canal de YouTube. El repertorio que se trabajó desde junio hasta diciembre del 2020 representa un calidoscopio único de compositores, géneros y texturas orquestales que brindó a sus músicos la oportunidad de salir del silencio. Si de re-hacerse se trata, nuestra orquesta es uno más de nosotres. Y digo nuestra porque nací en esta ciudad y continúo siendo testigo de la resiliencia – individual y grupal – de sus músicos. Precisamente la silenciosa falta de un organismo musical del calibre de la OSS me llevó – como a tantos otros – a anclar en otras urbes y hablar las lenguas de otros hemisferios. Pero más allá de los múltiples títulos que la vida me dio, sigo viendo a esa niña que no tenía otra opción que esperar hasta los diez años de edad para finalmente quedar cautiva del sonido orquestal en vivo. Actualmente la niñez salteña cuenta con esta posibilidad y esta experiencia es clave para la comunidad. Dejemos la auto-etnografía para ponernos teóricos entonces. Si seguimos el marco interpretativo del académico interdisciplinario Hans Gumbrecht en “Epiphany/Personification/Deixis,” sabemos que, a través de la vivencia directa de la experiencia de lo musical, la audiencia llega a un estado de suspensión que permite flexibilizar sus pre-conceptos y conocimientos previos. Así, con cada uno de sus conciertos, la OSS nos invita a vivenciar una mirada distinta sobre el mundo que nos espera fuera de la sala de conciertos, con todo lo que esto significa retórica y gnoseológicamente, particularmente durante un cambio de paradigma mundial.
¿Por qué ilusoriamente pretender que el desarrollo de una orquesta diste del de un individuo cualquiera? Quien desea imponer su propia fórmula para el crecimiento y reconstrucción de otros está perdido en su propia evolución. La esencia del proceso de desarrollo está en que cada individuo o grupo social posee la capacidad de encontrar su propio camino. Es precisamente por ésto, que es imprescindible crear y preservar condiciones que permitan dicha búsqueda. La OSS no ha hecho otra cosa que perseverar en su único e irrepetible proyecto de mejorarse y simultáneamente mejorar su propósito de una salta multicultural – en su programación y en su material humano – una Salta que invita al diálogo interdisciplinario y que se adapta y aprende constantemente a inhalar la crisis y exhalar el cambio.
Más de veinticinco años de docencia y quince de investigación en los estudios culturales no han hecho más que recordarme que en ese camino estamos solos si bien a la vez acompañado por aquellos que pacientemente testimonian nuestro cambio y están a nuestro lado durante la noche oscura del alma. La pandemia vino para recordarnos este aspecto clave de nuestra evolución. A la frase “cada maestro con su librito” convendría agregar “y cada individuo con su propia hoja de ruta.” En innegable que los cuerpos artísticos y agrupaciones musicales – sin importar su ubicación geográfica u objetivo social – nos muestran día a día esta incansable búsqueda. En esta empresa el director/ la directora musical, director asociado, director invitado director asistente son solo nombres creados para quienes llevan en sus espaldas la increíble y ardua tarea de desmalezar el camino para este recorrido, recorrido siempre sinuoso y plagado de obstáculos. No debemos olvidar que los directores van y vienen, pero el alma de la orquesta es un continuum que avanza más allá de muchas muertes y vacíos.
Quien dirige una orquesta o coro consciente de su rol social y de las omnipresentes tentaciones enceguecedoras de un puesto de poder, sabe perfectamente que su función primordial no solo es ayudar en el proceso desarrollo musical sino por sobre todo acompañar en el camino hacia el encuentro de la verdadera alma del ensamble. Exacto, cualquier similitud con la vida real no es ficción. En este sentido, la maestra Delgado ha atravesado muchos bosques de la mano de la OSS. Siempre recordándose y recordándonos que todo inconveniente es una oportunidad para crecer. No me disculpo en absoluto al enfatizar en que no es casual que lo haya hecho con firmeza y humildad, porque en esto las mujeres – especialmente en América Latina – ostentamos un título Honoris causa impreso en nuestro espíritu. Algunas más temprano que otras nos damos cuenta que parte de ser mujer es abrir la perspectiva y caminar sin violencia hacia la nueva conciencia de nuestro rol, un nuevo paradigma que hoy más que nunca nos golpea la puerta. Si quieren más evidencia los invito a adentrarse en la inminente explosión del colectivo mundial de mujeres directoras de orquesta. Para una inmersión directa a los efectos de esta explosión visiten las semifinales y finales del concurso para mujeres directoras La maestra Paris que acaba de llevarse a cabo en la primera semana de marzo del 2022 por segundo año consecutivo. (El material es de libre acceso en la plataforma de YouTube.) A su modo y en su contexto Latino Americano de-colonial y pandémico, la OSS de la mano de Yeni Delgado es parte de ese nuevo paradigma que, nos guste o no, ha venido para transformar definidamente el ámbito musical y comunitario. Fue solo de su mano que la programación de la OSS volvió a escuchar los ecos de sus objetivos iniciales de inclusión. En el momento de su creación ‘inclusión’ para la OSS significó algo distinto a las necesidades actuales. En el contexto actual, el evidente techo de cristal que limita el aporte y desarrollo de las compositoras mujeres, directoras y solistas femeninas es una emergencia que compete a todos atender. El ciclo del Mes de la Mujer (actualmente en su segunda edición) es un resultado de la labor propuesta por la maestra Delgado y el llevado a cabo con la OSS como parte de su acercamiento a su esencia como grupo orquestal. Insisto: la esencia de una orquesta no es posesión de ningún director/a, nosotros solo estamos allí para proponer una estrategia musical que lleve a sus integrantes a encontrar su propia identidad como grupo, siendo los sonidos el invisible medio que nos acerca a ese fin.
Por la Dr. Andrea Pérez Mukdsi, licenciada en Dirección Orquestal.