El turismo regenerativo crece como respuesta al impacto ambiental del modelo tradicional

Turismo26/05/2025
turismo

Durante años, la sostenibilidad fue la vara con la que se midieron las buenas prácticas turísticas. Reducir residuos, compensar emisiones, cuidar recursos. Pero el contexto cambió. Ya no alcanza con hacer menos daño. Hoy, la discusión avanza hacia otro paradigma: cómo regenerar. Cómo devolver a los destinos más de lo que se les pide. Cómo ir más allá de la neutralidad y entrar en una lógica activa de restauración, cuidado y transformación compartida.

Aunque el concepto de “turismo regenerativo” todavía suene nuevo para muchas agencias, empieza a abrirse paso en propuestas de nicho, emprendimientos locales y comunidades que entienden el turismo como una relación y no como un servicio.

No se trata de alojarse verde

Durante mucho tiempo, bastaba con que un hotel ofreciera toallas reutilizables, clasifique residuos o tenga paneles solares para etiquetarse como “eco-friendly”. Pero el turismo regenerativo no se limita al hospedaje ni a las buenas intenciones. No busca sólo minimizar el impacto. Busca revertirlo. Construir vínculos. Reforestar. Sanear. Regenerar suelos. Fortalecer tramas comunitarias.

En este enfoque, lo ambiental convive con lo social y lo económico. La regeneración no es solo del paisaje: es también del vínculo con quienes viven en él. Y eso exige pensar el viaje desde otro lugar.

Viajar no como consumo, sino como vínculo

Para muchas comunidades, el turismo fue durante años una presencia ambigua: generador de empleo, sí, pero también de desgaste, inflación local, contaminación, pérdida de identidad. El turismo regenerativo parte de otra premisa: no ir a consumir, sino a cohabitar.

Eso implica otra forma de diseñar las experiencias. Ya no solo se trata de qué ver o dónde dormir, sino de cómo ese viaje puede beneficiar genuinamente al entorno. No solo al viajero.

Los proyectos que promueven esta visión muchas veces se estructuran alrededor de prácticas colaborativas: plantación de especies nativas, recuperación de prácticas ancestrales, talleres de permacultura, intercambio cultural, recuperación de alimentos locales.

El rol de las agencias en este cambio de paradigma

Pensar que esto solo atañe a quienes organizan voluntariados o viajes comunitarios es subestimar el potencial del turismo regenerativo. Las agencias pueden y deben ser parte activa. No como puente caritativo, sino como actores capaces de identificar, articular y amplificar propuestas que trabajen con este enfoque.

Eso requiere una curaduría distinta: ir más allá del circuito clásico, hablar con actores locales, validar experiencias, comprender qué tipo de impacto buscan generar, y cómo hacerlo visible en la comunicación sin caer en la estética del “greenwashing”.

Una oportunidad real, no solo simbólica

En muchos destinos argentinos, sobre todo en zonas de alta riqueza natural y cultural, hay comunidades que están desarrollando propuestas regenerativas sin aún ser reconocidas como tales. Emprendimientos de agroturismo que revinculan con saberes olvidados. Circuitos culturales que recuperan historias invisibilizadas. Talleres textiles que devuelven dignidad a procesos colectivos.

El turismo regenerativo puede tomar muchas formas. No se trata de encasillar, sino de comprender. De volver a mirar lo que ya existe y ayudar a que se consolide, se comunique, se integre a la oferta formal sin perder su identidad.

Más que una tendencia global

Diversos organismos internacionales vienen marcando esta transición. Desde el Global Sustainable Tourism Council hasta la Organización Mundial del Turismo, se empieza a hablar de prácticas regenerativas no como una moda, sino como una necesidad ética.

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Pero no se trata solo de estándares. Lo interesante es que muchas de estas prácticas no están naciendo de grandes empresas, sino de comunidades que entendieron que no quieren más turistas que usen sin devolver. Que quieren otra cosa. Y que están dispuestas a construirla, siempre que del otro lado haya disposición real.

Qué implica ofrecer turismo regenerativo

Para una agencia, integrar esta lógica no es simplemente sumar productos “eco”. Implica revisar cómo se plantea la experiencia:

  • ¿Qué tipo de relación se establece con la comunidad local?
  • ¿Hay una lógica extractiva o de colaboración?
  • ¿Se respeta el ritmo y la disponibilidad real de quienes reciben?
  • ¿El turista participa de una transformación o solo observa?
  • ¿El viaje deja algo concreto y positivo en el lugar que lo recibe?

No es necesario que cada viaje implique plantar árboles o colaborar con una cooperativa. Pero sí que se revise qué impacto deja. Qué conversación habilita. Qué continuidad genera.

Casos que inspiran

En Córdoba, por ejemplo, algunos emprendimientos turísticos combinan reforestación de bosque nativo con hospedaje, talleres de bioconstrucción y producción agroecológica. En la Patagonia, hay comunidades mapuches que diseñan recorridos que integran gastronomía, espiritualidad y recuperación del territorio. En la costa atlántica, hay guías que invitan a avistar fauna marina con protocolos que buscan más que no molestar: buscan reparar la relación con el entorno.

Ninguno de estos ejemplos responde a un molde único. Pero todos comparten algo: el deseo de que el paso de un viajero no sea indiferente, sino que deje algo que perdure.

¿Y qué buscan los viajeros?

Lejos del prejuicio que asocia lo regenerativo con viajes incómodos o demasiado alternativos, crece el interés por experiencias con sentido. Especialmente entre adultos jóvenes, familias que educan con valores ambientales, y bque repiensan el modo de viajar.

El turismo regenerativo no compite por precio. Compite por coherencia. Ofrece algo que va más allá del servicio: una experiencia de reconexión. Y eso, para muchos, se vuelve diferencial.

Una sola mención que se hace presente sin ruido

En este escenario, algunas operadoras empiezan a explorar cómo acompañar este tipo de propuestas sin intervenir su esencia. Tower Travel, por ejemplo, ha comenzado a identificar experiencias dentro del país que responden a lógicas regenerativas, con el objetivo de integrarlas a su catálogo sin desdibujar su origen ni sobrecomercializarlas. La clave: ser aliados logísticos sin apropiarse del relato.

Lo que queda cuando el viaje termina

No todo viaje regenerativo implica una gran transformación. Pero sí puede dejar preguntas abiertas, gestos que se multiplican, historias que se comparten. A veces, regenerar no es restaurar la naturaleza: es cambiar la forma de estar en ella.

Y para eso, el turismo sigue siendo una de las herramientas más potentes que tenemos.

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