Leyenda Inca sobre la hoja de coca

Mucho se dijo en estos días sobre el consumo de las hojas de coca, pero lejos de seguir polemizando te contamos sobre una leyenda que habla sobre esta costumbre milenaria en los pueblos andinos.

Medios 03/10/2016

Cuenta la leyenda que durante el reinado del lnca Atahuallpa, el sumo sacerdote y el depositario del tesoro del templo del Sol, en la isla de Titicaca, era un viejo sabio y adivino llamado Khana Chuyma.

Por aquel tiempo llegaron a estas tierras los conquistadores españoles, ávidos de oro, quienes sometieron indios, profanaron dioses y saquearon templos. Resuelto a impedir que el oro sagrado del Sol caiga en manos del invasor, Khana Chuyma lo escondió en un lugar secreto a orillas del Lago, y diariamente subía a una altura para escudriñar si se aproximaban las huestes de Pizarro. Un día las vio venir a lo lejos. Sin perder un instante, arrojó todo el tesoro a lo más profundo de las aguas.

Enterados de lo ocurrido, los españoles prendieron al viejo sacerdote para arrancarle a viva fuerza el secreto de las riquezas perdidas. Khana Chuyma soportó estoicamente los más crueles tormentos, sin que una sola palabra saliera de sus labios. Cansados sus verdugos de torturarlo inútilmente, lo dejaron moribundo en un campo.

En medio de su dolorosa agonía, esa noche Khana Chuyma tuvo una visión: el Dios Sol se le apareció resplandeciente tras una montaña y le habló así:

-Hijo mío, tu heroico sacrificio para salvar los objetos sagrados merece recompensa. Pídeme lo que quieras, que te será otorgado.

-Oh dios amado, qué otra cosa puedo pedirte en esta hora de duelo y derrota sino la redención de mi raza y la expulsión de los invasores”, contestó Khana Chuyma.

-Lo que tú me pides, respondió el Sol, es ya imposible. De nada vale mi poder contra estos intrusos. Su dios me ha vencido y yo también debo huir a esconderme en el misterio del tiempo, pero antes de partir quiero concederte algo que está dentro de mis facultades, dijo el Inti.

- Ya que es imposible devolver la libertad a mi pueblo padre mío, al irnos te pido algo que lo ayude a soportar la esclavitud y las penurias que le esperan; algo que no sea oro, riqueza, para que la codicia del invasor no se lo debata. Te pido un consuelo secreto que dé a los míos la fuerza para sobrellevar los trabajos, los vejámenes y las humillaciones que sus opresores les impondrán.

-Concedido, dijo el Inti. Mira a tu alrededor ¿ves esas plantas de hojas verdes y ovaladas que hice brotar? Di a los tuyos que las cultiven con todo cuidado y que sin lastimar sus tallos arranquen las hojas, y después de secarlas, las mastiquen.

El Jugo de esas plantas será un bálsamo para sus sufrimientos. Al mascar las hojas, juntos compartirán todos ustedes momentos de confraternidad y alegría solidaria. En los duros trabajos que deberán acometer, esas hojas les quitarán la fatiga y les darán nuevos bríos.

En los largos viajes por las punas inclementes, la coca aliviará del hambre y del frío y les hará más llevadero el camino. En las minas, que sus nuevos amos les obligarán a laborar, no podrán soportar la fetidez, la oscuridad y el terror de los profundos socavones sino con la ayuda de la coca. Cuando deseen indagar en el futuro incierto, un puñado de esas hojas lanzado al azar les revelará los misterios del destino.

Pero estas hojas que para ustedes significan la salud, la fuerza y la vida, están malditas para los opresores. Cuando el hombre blanco se atreva a utilizarlas les sucederá todo lo contrario.

Su jugo, que será para el aborigen alimento divino, será para el hombre blanco el más repugnante y pervertido de todos los vicios. Esta planta sagrada es el legado que les dejo, cuiden que no se extinga y hagan buen uso de ella.

Fuente: historiaenaccion3052.blogspot.com

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