"Carta a mi madre", en homenaje a todas en su día

Un especial homenaje en el día de la madre, a todas las mamás del mundo. Por Nicolás Cortés.

Sociedad 21/10/2018
nico cortes y su mamá (1)

Pende de un cordón mi ser de su ser. Nunca se termina de cortar. Tienden a permanecer sus latidos en mis oídos aún cuando la distancia física nos aleja. El olor de su piel, el calor de sus manos, la mirada intensa escaneando toda mi figura en segundos como mi mundo su mundo.

Pues la memoria, el uso de la razón comienza con ella. A decir verdades, la vida parte desde ella. Cómo una conexión sobrehumana. Escribir de la madre nos propone a extender todo tipo de caracteres. Nos compromete a presionar la pluma y remarcar la tinta, la sangre , los huesos. Tomo impulso porque requiere de fuerzas sublimes y allá , tal vez con sus voces, voy.

Seguramente lo son distintas. De cada uno, las mejores. Con aromas a comidas, a flores, otras con perfumes a campo, a labores, con escamas en las palmas con dolores. Con sonrisas y lágrimas en iguales proporciones. Pero todas con esa inmensidad divina de hacer, de decir, de creer, de vivir, de dar amores.

De repente tropiezo y percibo sus manos en mis manos. En el llanto su hombro cobija las sales y todos los males. En el imposible reza y todo es posible. Dudo de mi y me aferro a ella, o veo a Dios en ella, y ella es mi fe, mi todo, en el mar y en el lodo.

nico cortes y su mamá (2)

Luego la mesa puesta. El mantel blanco y el pan casero. El horno encendido, junto al brasero el fuego de su fuego para que alcance a todo el pueblo. Duerme con los ojos abiertos porque vive pendiente de la gente que salió de sus adentros. El viento no es el viento sino sus besos frescos, sus abrazos volando, sus pechos llenos de muy buenos aires asfixiando nuestro pecho.

Ha dejado de vivir sus sueños. Ha cedido el paso, todo el tiempo. Ha entregado su alma, sus tesoros más preciados, ha permutado a cambio de hacer feliz lo ajeno. Cada día de su vida, cada segundo dispuesta contra natura y contra corriente por los hijos y los hijos de los hijos cobijando, revelando, guiando, ordenando, mando y comando. Una fuerza de mil mares, una bruma de besos eternos, una arena en su cama que relaja el cuerpo, un azul calmo para el cerebro, sal y azúcar al mismo tiempo.

Madre mía y madre tuya, madre santa y madre eterna, bendecida por el universo, yo no te quiero por ser madre, ni de acuerdo a tu esfuerzo. Tampoco te quiero por el parecido, ni por los milagros cotidianos, tampoco por la ropa ni el alimento. Yo te quiero inevitablemente, por obligación, por mandato divino, por derecho, por la extensión de tu cuero en mi cuero. Te quiero tanto que siempre te estoy debiendo, una deuda que perturba mi cabeza porque nunca se cancela. Contigo todo el tiempo pierdo. Más fuerte, más linda, más buena, más noble, más intensa.

Digo madre y lloro. Esmero desmedido por los siglos de los siglos. Escribo con el teclado húmedo, sonrío, y recuerdo mis bolsillos agradecidos de vacíos, muchas veces cocidos, pero enriquecido de afectos. Por ende feliz. En vida te recuerdo. Hoy estás, y me basta. Pues tengo todo, mi madre.

Por Nicolás Cortés para InformateSalta

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