Del dripping populista y el fin de los espejismos

Opinión 21/08/2022 Lic. Coach María Florencia Barcos
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No siempre los planes salen como sueñas. El espejito, en el que se vanagloriaba el populismo de turno, se esfumó junto con las ilusiones creadas para sus inventadas y “justas” necesidades. Magos en el arte de la negación, sacaron sistemática y cobardemente el futuro de la ecuación.

Coincidencia le llaman algunos. Mientras Janet Sobel salpicaba por primera vez el mundo del arte abstracto con su técnica del Dripping, en estas latitudes el Tte Cnel Juan Domingo Perón escribía el primer párrafo en la historia de un movimiento que hará del accionar compulsivo y azaroso su espacio de acción. Ese que ignorará las salpicaduras, los daños colaterales, en pos de un resultado aparentemente bello, por su espontaneidad enérgica, arrolladora. 

Gobernar sin pagar costos, fue desde siempre firmar cheques sin fondos. Presumir un poder que nadie puede tener, pues el futuro se sacrifica siempre en el altar del presente. Durante muchos años, los populismos despilfarraron las arcas del Estado, gastaron a cuenta, planes, subsidios, compensaciones, indemnizaciones, ministerios, secretarías, subsecretarías, gotas de colores que teñían de efímera felicidad a un pueblo que, gobierno tras gobierno, aceptaba las dádivas sin preguntarse ni preocuparse por los costos. Nadie, nunca, quiso pagarlos. 

Esa fantasía ha llegado a su fin. La razón está a la vista: se acabó la plata. Este final amargo acelera la crisis. Precipita las inconsistencias. Es imposible desentenderse de lo que vendrá. Con la inflación arañando los tres dígitos y el Banco Central carente de reservas, llegó la hora del ajuste. El Frente de Todos navega en un mar de contradicciones entre lo que hace y lo que siempre ha predicado. Por estas horas aciagas, el desafío de gestión más importante, es la dirección de la incoherencia, que trata de resolverse con una espesa capa de impostura.

Hacerse cargo es el límite, indecible, imposible. Si el negacionismo es el padre del populismo, el victimismo es su madre. Los enemigos y adversarios son consustanciales a su ser. En medio del Massazo, la balanza nuevamente se inclinó por la estrategia de filtrar información para dispersar la atención y delinear un foco de encuentro, un chivo expiatorio perfecto en el que descargar la tensión y enojo concomitante.  

La creatividad, nunca fue su fuerte. El eterno retorno de lo mismo, es su tagline. Divide y reinarás. Pobres contra ricos del Kavanagh y el Chateau Libertador. Con excepciones, por supuesto, las que sean necesarias para la nueva etapa de negociados y el sostenimiento del “reinado”.

Mientras tienen a los medios avivando el fuego con la lista de celebridades que percibían subsidios como consecuencia de la ineptitud populista financiada con emisión, el Estado sigue pisoteando derechos y desatendiendo obligaciones. Desde las sombras de los servicios, violó el derecho a la protección de los datos personales, embarró la cancha comunicacional para disimular el anuncio de aumento de tarifas en el marco de un ajuste fiscal,  y ocultó información acerca de quienes saldrán beneficiados con estas medidas. Qué personajes del inframundo privado, llenarán sus cofres gracias a estas nuevas relaciones carnales. Ni retórica progre ni retórica reaccionaria: sólo retórica.

Sergio Massa quitó el velo, el manto de santidad, tejido con los quebradizos hilos de una izquierda de purpurina, y mostró lo que siempre estuvo allí, el origen y razón de ser del relato populista. El problema no es la distribución de la riqueza, la pobreza (hoy devenida miseria), la pauperización de la clase media, el desmembramiento social y cultural. El punto fue, es y será cómo incrementar la brecha, generar dependencia real o imaginaria del pueblo para con el salvador de turno, que mientras tira migajas desde su trono de oro, se enriquece y regodea con sus secuaces.

La Argentina hace tiempo es un país inviable. Las cuentas “no dan” y el outlet ideológico entró en concurso de acreedores. El costo de un balance positivo es alto y excede lo meramente económico. Querer pagarlo es el primer paso. Un paso que debemos dar todos. Pero lo más importante es tener un plan integral que por definición será a largo plazo. La inmediatez, lo superficial, el disfrute cortoplacista, el divide y reinarás, nos trajeron hasta acá. Este presente fue el futuro incendiado de un pasado reincidente. La realidad comienza donde acaba la quimera. Ensimismados por el miedo, cansados y endeudados, nos dormimos mientras otros trazaban el futuro.

Ahora que vimos resquebrajarse la fachada sólida del espejismo, y todos aquellos anhelos condenados a ser un eco lejano comenzaron a tímidamente hacerse oír, es hora de despertarnos. Es tiempo de tumbar los muros funcionales para unos pocos, mirar a los ojos de la historia, y hacernos cargo de la realidad no televisada. De nuestra capacidad de exigir y votar proyectos de país en las próximas elecciones, dependerá que podamos reinventar el país para nuestros hijos e impedir que alguien quiera sumar un nuevo capítulo de engaños, caminos únicos y violencias vitoreadas.  

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