“El sonido del silencio“, por Nico Cortes

Los Marginados23/03/2025
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“Unos relatos dedicados a ellos. Esos personajes que viven por las sombras, vestidos de silencios, maquillados por la oscuridad. Generalmente, a un costado del sistema, señalados por prejuicios, subrayados con anonimato. Refugiados, rechazados, desaprobados, sobrevivientes. Con el dolor de la guerra cotidiana, pero con la grandeza de los valientes”.

EPISODIO 8: “EL SONIDO DEL SILENCIO“

En esos gritos que parecen tener un desgarro y en esos ruidos que taladran los tímpanos, en ellos, en ninguno de ellos está él. Parece un privilegiado no escuchar esas voces malignas y evitar sentir esos murmullos agraviantes. 

Tengo cariño por cada paso que lo aproxima al club de mi barrio. Más que un club, mi casa. Nuestro patio de la infancia, tan así, como un refugio. Club Atlético Independiente. Club de Básquetbol, club de amigos. Allí crecimos y nos abrazamos sin muchas palabras ni muchos protocolos.

Ángel Humberto Krayasic, hipoacúsico, deportista, basquetbolista, vecino, amigo, compañero. Con raiz en Villa Soledad. Dotado de un físico naturalmente fuerte, de un juego con entusiasmo, fue dedicándole a cada detalle, su pasión. Incluido por Daniel “Bora” Lopez, en las prácticas convencionales, “El Ángel” se fue haciendo un espacio de privilegio en el campo deportivo. 

Tiende a picar de derecha y el pique del balón carece de un sonido. Presume las zapatillas que le regaló Duki. No deja de observar mis labios por si llegara a decir algo. Es un día Domingo y compartimos la cancha. Lanza al aro y espero el eco del impacto, pero todo es insonoro. Nos conectamos con la mirada. Con señas, me pregunta por mi hermano. Con señas, le pregunto por su hermano. Estamos en el mismo universo fraterno.

Viajes por el país, representando a la provincia. Viajes por el exterior, representando a la nación. Comenta de su admiración para con su técnico de Los Topos, Pablo Oliveros. Me dice que formó su mejor amistad con Fabio Fernández, compañero de la selección Argentina. Tiene como base y respaldo de su vida a sus hijos, Nicole y David y a su mujer, Flavia Costilla. Honra a cada segundo a sus padres, Edgar y Estela y nombra con cariño a sus hermanas y hermanos. 

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De repente hacemos una pausa. No nos molesta estar callados. Miramos el paisaje con la misma calma con la que nos comunicamos por escrito. Sentimos el deporte como una salvación y cómo el mejor transporte de comunicación. Le gusta el fútbol , el voleibol pero tiene debilidad por el básquet. Se dice ser sordomudo, para simplificar la explicación de la hipoacusia. 

Es hora de despedirnos y con solo mirarnos nos decimos cuánto nos queremos. Está bendecido por la gracia de Dios. Es angelical. Hay música en sus oídos. La mejor de las melodías recorre sus parlantes. Es el sonido del silencio.

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