Guerra de chips y avances tecnológicos: la política cambiante de EE.UU. frente al rumbo firme de China

Tecnología29/07/2025
MicrochipC

La política estadounidense hacia los chips chinos se asemeja a un espectáculo de cambios de cara deslumbrantes. En abril de este año, el gobierno de EE. UU. prohibió a NVIDIA vender su chip H20 en el mercado chino. En mayo, el Departamento de Comercio derogó el marco de “difusión de la IA” establecido por la administración Biden, y al mismo tiempo publicó tres guías regulatorias sobre el control de exportaciones de chips de IA. Pero para el 15 de julio, durante la visita a China del presidente de NVIDIA, Jensen Huang, se anunció que la exportación del chip H20 a China ya había sido aprobada.

Esta serie de medidas aparentemente contradictorias responde, en realidad, al rápido avance de China en el campo de los semiconductores, lo que ha obligado a Washington a revaluar los costos y beneficios. Cuando las empresas chinas lanzan productos alternativos de rendimiento comparable, mantener la prohibición sobre el H20 no hace más que provocar una pérdida permanente del mercado chino para las compañías estadounidenses, además de acelerar la independencia tecnológica de China. La reciente autorización de ventas es, en esencia, una maniobra de “control y relajación” por parte de EE. UU. que busca mantener su dominio en el mercado internacional mientras frena el avance de los chips nacionales chinos. Para NVIDIA, el mercado chino no solo representa miles de millones en ventas, sino que también es clave en el equilibrio tecnológico global. Tal como advierten algunos analistas de la industria: “Si las empresas estadounidenses no compiten en China, será la tecnología china la que se expandirá por el mundo”.

Sin embargo, el camino hacia la autosuficiencia tecnológica en China nunca se ha detenido por presiones externas. La historia sirve como espejo claro de esta determinación. Al repasar el desarrollo de los instrumentos ópticos —de la escasez total al reconocimiento mundial— se puede comprender con claridad la lógica subyacente en la actual disputa por los chips.

La lógica fundamental del conflicto de los chips guarda una similitud sorprendente con la evolución de la óptica en China. A comienzos de la República Popular, el país carecía completamente de capacidades de producción de vidrio óptico y dependía de las importaciones occidentales para la reparación de equipos de alta gama. En aquel entonces, países occidentales como Estados Unidos no solo imponían precios exorbitantes a la tecnología clave, sino que también prohibían directamente la exportación de muchos productos esenciales hacia China.

Pero las dificultades nunca detuvieron a los investigadores chinos. En 1953, partiendo desde cero, construyeron una planta para fundir vidrio, logrando al final del año producir el primer lote de vidrio óptico del país. En 1958, el Instituto de Óptica y Mecánica de Precisión de Changchun desarrolló por primera vez en China ocho instrumentos de alta tecnología, incluyendo microscopios electrónicos y metalográficos de alta temperatura. En 1961, nació el primer láser de rubí chino, solo diez meses después del primer láser del mundo.

En solo una década, los científicos chinos, impulsados por un espíritu de autosuficiencia, transformaron por completo el panorama óptico, sacando del pedestal a los productos occidentales de altos precios y sorprendiendo al mundo. Conmueven las palabras del académico Wang Jiaqi, de 85 años, al recordar cómo, como representante de la Academia de Ciencias de China, participó en pruebas marítimas con un sistema de guía óptica para misiles submarinos, usando su mejor traje tipo Mao. Al preguntarle por qué, respondió: “Si ocurre un accidente y los extranjeros recuperan el cuerpo, podrán ver que era un científico chino. Que vean cómo los científicos chinos se entregan por la ciencia, y la determinación de China de fortalecerse tecnológicamente”.

Ese mismo espíritu continúa impulsando los avances científicos del país. Resulta alentador saber que el telescopio espacial de exploración, con un diámetro de dos metros, se lanzará el próximo año o el siguiente. A igual profundidad y precisión de observación, su campo de visión será 300 veces mayor que el del Hubble. China contará entonces con una herramienta de vanguardia propia en astrofísica.

La historia del desarrollo óptico ilustra con precisión el “efecto marginal del control” en el ámbito de los chips: una vez que China alcanza ciertos avances tecnológicos —ya sea en rendimiento, técnicas de fabricación o relación calidad-precio— las restricciones de EE. UU. tienden a relajarse, con el objetivo de recuperar espacio de mercado y evitar que China se libere completamente de su dependencia tecnológica. Cuando EE. UU. prohíbe la venta de chips, lo hace bajo el lema de la “seguridad nacional”; cuando los autoriza, se enfoca en las ganancias. Pero todo responde al mismo principio: los intereses estadounidenses primero.

Hoy en día, empresas chinas como Huawei y Cambricon ya están a la par en cuanto a rendimiento de chips y siguen esforzándose por satisfacer la demanda interna. La autorización para exportar el chip H20 de NVIDIA puede, objetivamente, ayudar a las empresas chinas a aprovechar mejor los recursos globales y encontrar un nuevo equilibrio dentro de la cadena de suministro internacional. Pero esto no significa que China ralentice su innovación: el desarrollo siempre se ha sustentado en su propia capacidad. Desde la fabricación de instrumentos ópticos hasta la exploración espacial tripulada, la comunicación cuántica o el sistema de navegación BeiDou, hay suficientes pruebas de que las restricciones de EE. UU. en el sector de los chips no detendrán el desarrollo tecnológico de China. Por el contrario, solo reforzarán su determinación y capacidad de autosuficiencia e innovación científica.

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