Caso Jimena Salas: ¿Culpables o inocentes?

Justicia05/11/2025
Jimena Salas marcha

Jimena Salas, de 44 años y madre de dos nenas mellizas que la vieron morir de una manera brutal, espera justicia desde el 27 de enero de 2017, día que fue asesinada de más de 40 cuchilladas en su casa del barrio San Nicolás, en la localidad de Vaqueros.

La fiscalía intentará convencer a los jueces José Luis Riera, Mónica Faber y Maximiliano Troyano de la culpabilidad de Carlos y Adrián Saavedra. 

La acusación, sin embargo, tiene una pata floja: la ausencia en el banquillo de los acusados de Javier Saavedra, el hermano menor de los acusados, quien se quitó la vida un día antes de que iniciara el debate, en la Alcaidía Judicial, hecho que conmocionó a los salteños.

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Su muerte sembró múltiples suspicacias, pero finalmente se aclaró que se trató de un suicidio. Ello, sin embargo, dejó a la fiscalía en desventaja, pues Javier era la pieza clave para de la hipótesis fiscal, sobre todo porque su ADN era igual a los rastros recogidos de la escena del crimen, mientras que los de Carlos y Adrián no.

Por ello, y a lo largo de casi dos meses de audiencias, desde septiembre pasado, la fiscalía se esforzó por resaltar pruebas en contra de los dos hermanos. Citó a numerosos testigos, vecinos, amigos y familiares de los acusados, parientes de la víctima, peritos, expertos, psicólogos e investigadores de la policía.

Todos desfilaron ante los jueces, dijeron lo que sabían, poco o mucho, pero ninguno señaló a los dos hermanos como los asesinos. Tampoco los peritos en genética pudieron aseverar que estuvieron en la casa de Salas cuando la mujer fue salvajemente asesinada.

Los vecinos repitieron lo que ya declararon en el primer juicio, sin dar mayores precisiones. Los únicos que sí apuntaron a los hermanos Saavedra como autores del crimen fueron los policías que lo investigaron, aunque no sobre bases de pruebas directas, sino presunciones de que los acusados y el hermano ausente integraban una banda que asolaba con robos y saqueos en la zona de La Caldera y que habían empezado a incursionar en Vaqueros.

Resaltaron que era una banda formada por barras de Gimnasia y Tiro, para así ligar a los acusados con el llavero de ese quipo que fue fotografiado por Salas al asesino que tocó su puerta con un cachorro de Caniche Toy en brazos y adujo que estaba perdido, excusa para sensibilizar a sus víctimas. También dijeron que la banda de los Saavedra se jactaba de no haber “perdido” nunca, en alusión a que burlaron a la justicia.

Sin embargo, esta vez no hubo ninguna escucha reveladora ni cámaras de video con imágenes contundentes de los acusados, sino unas fotos tomadas a un auto que, pese a los intentos por mejorarla, quedaron dudas respecto a la marca y si se correspondía con alguno de los vehículos de los acusados.

Unidad de acción

Aunque hay otras pruebas, entre ellas las pericias psicológicas, la fiscalía podrá el foco en que los acusados, en materia delictiva, eran una unidad de acción, con lo cual buscarán demostrar que dónde estaba uno, como Javier en la casa de Salas, comprobado genéticamente, estaban sus hermanos.

Sostendrán que, si bien Javier aparece descripto como la persona que se paseó con el perro, en el auto de apoyo, estaban sus hermanos Carlos y Adrián, los que esperaban la señal de su hermano menor para entrar en acción, lo que habría sucedido cuando, Jimena dejó entrar a su casa a Javier, tal vez poque éste le pidió un vaso de agua.

Con el acento en los antecedentes de los acusados, siempre incluyendo a Javier, los fiscales fundarán esa unidad de equipo, afirmarán la participación de Carlos y Adrián, como piezas claves de las andanzas delictivas de este trio criminal que, el día del homicidio, se pasó de rosca al matar a la dueña de casa.

El hecho de que los teléfonos de los acusados impactaron el día del crimen en la casa de cada uno, será mostrado por la fiscalía como una estrategia tácita de los acusados para evitar precisamente que se los vincule con sus fechorías.

De igual forma abordarán la relación de Javier con el cachorro, que le había regalado a una novia, las declaraciones de ésta respecto a dónde estuvo su novio el 27 de enero; su posterior viaje a Santa Victoria Este, su vuelco a la tarea evangélica, matizado con más robos y acoso a otra mujer.

Otro de los puntos a resaltar será el interés por saber más del crimen de Salas, para lo cual se unión a un grupo de redes sociales que seguía las alternativas del caso, lo que será presentado no como algo casual, sino como un mecanismo de alarma.

De esta manera, la estrategia de la fiscalía apuntará a presentar las pruebas, aunque algunas endebles, como una red de indicios que tendrá como punto de encuentro el accionar conjunto de los tres hermanos en actividades delictivas, las que fueron escalando hasta llegar al asesinato de Salas y, en base a ello, pedir que sean declarados culpables por ser coautores o partícipes necesarios, y condenados a la pena máxima, dada la alevosía y la violencia de género, entre otros agravantes.

Como bala de recámara, no se descarta que los fiscales planteen una pena subsidiaria en contra de los hermanos, por una presunta participación secundaria, lo que derivaría en una pena mucho menor, con lo cual el saber sería a derrota.

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