Ese que canta es Barboza, pastorcito tastileño…

A este hombre de 72 años el Barba Manuel J. Castilla le dedicó la zamba “Pastor de Nubes”. Se llama Leopoldo Barboza, vive en Santa Rosa de Tastil junto a su rebaño de ovejas, y los recuerdos se amontonan en su mente cuando habla de “su” zamba. “Vi muchas cosas en la montaña, desde plato voladores hasta almas en pena”, dice Barboza, el pastorcito que una tarde conoció al poeta y los dos se pusieron a conversar mirando la falda de una montaña, aquél lugar que fue como la sala de partos donde nació la canción que lo pinta de cuerpo entero.

Sociedad 02/04/2012

“Ese que canta es Barboza, pastorcito tastileño, apenas se lo divisa, cuando llovizna en el cerro…”.

Esto es lo que dice la primera estrofa de la zamba Pastor de Nubes, a la que el Barba Manuel J. Castilla le puso el alma de la letra y la música fue obra de Fernando Portal. La historia dice que una tarde de invierno, de hace 32 años atrás, el Barba Castilla fue hasta Tastíl a visitar a un cuñado que trabajaba como telegrafista en el lugar. La estadía del poeta salteño iba a ser breve, pero la naturaleza, brava e indómita le cerró los caminos con una fuerte nevada y Castilla no tuvo más remedio que quedarse en Tastíl por el lapso de 26 días.

“Cada cardón de la falda, se le parece por dentro; un poco por las espinas, pero más por el silencio…”.

“Cuando el Barba se quedó andaba deambulando por el pueblo, y una tarde nos conocimos. Nos pusimos a charlar justo al frente de la falda de la montaña por donde yo bajaba con mi rebaño de ovejas por las tardes. Le cuento algo, hasta el día de hoy permanece ese lugar intocable, en mi Santa Rosa de Tastíl querido”, le cuenta el Pastor de Nubes a Informatesalta en la Fiesta del Choclo que se desarrolló en la Quebrada del Toro, y en dónde Barboza fue un invitado de honor.

“La florcita amarilla, de tu sombrero; pastora dámela en Pascua, que es tiempo de andar queriendo…”.

Nombra a su pago y se conmueve hasta el día de hoy. “Voy a morirme en Tastíl, a mi no me gusta la ciudad”, refresca. Allá nació, se casó, tiene a sus seis hijos y su profesión de pastor sigue inalterable en el tiempo. “Por supuesto, sigo teniendo mi rebaño de ovejas y de cabras, y conozco los cerros estos como la palma de mi mano mi amigo”, cuenta con una sonrisa franca. “En medio de esos cerros pasaron muchas cosas, vi desde plato voladores hasta almas en pena, la viuda, al duende, al mandinga. Los cerros guardan cosas que pocos saben, y yo pude verlas señor”, y suelta el relato. “Una noche venía solo, yo, mi caballo y mis ovejas. Cuando de pronto levanté la vista hacia el cielo y vi un círculo grande, como si fuera una rueda de una chata (NdR: así le llaman a esos carros de cargas grandes que eran tirados por bueyes, cuya circunferencia es mayor a los carros tradicionales) que tenía tres colores. Esa cosa pasó a toda velocidad y se perdió por detrás de los cerros. Yo agarré mi caballo pensando que se iba a asustar, pero nada, al igual que mo rebaño, que siguió caminando como si nada”, recuerda Barboza.

“Mirando pasar las nubes, encima el cerro me quedo; y de golpe me parece que soy yo el que se está yendo…”.

Gracias a la zamba que lo describe como nadie, Barboza llegó a conocer a muchas personalidades. “A Tastíl llegó hasta Pipo Mancera, pero vino solo, sin cámaras ni nada porque quería conocerme a mí y al lugar, nada más. Fue una linda charla con un hombre sensible”, rememora. “También conocí a grandes figuras del folclore, entre los que le puedo nombrar al Cuchi Leguizamón, a Horacio Aguirre, a Pantaleón, en fin, a muchos cantores y músicos”.

"Pastores como Barboza, puede ser que estén habiendo; pero ninguno como él, que de amor ande muriendo…”.

Toda una vida en medio los cerros, lugar que eligió para quedarse definitivamente. “Me voy a morir en Tastíl señor, aquí estuve toda mi vida y es el lugar que me enamoró. Un día me iré de este mundo, y quizás me encuentre con el Barba Castilla allá arriba, si es que llegó, porque dicen que primero se deben pagar las culpas en el purgatorio y recién seguir viaje hacia el paraíso”, dice y suelta la sonrisa que retumbará en los cerros de la Quebrada del Toro, ese escenario que lo ve pasar arreando sus sueños al lado de su rebaño.

“Pero ninguno como él, que de amor ande muriendo…”.

Fuente: www.informatesalta.com.ar

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