“Si cambiás lo que comés y le sumás el ayuno, podés llegar a vivir 20 años más”

Medios08/11/2022
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Dejar de comer durante muchas horas o incluso varios días parece tener un efecto beneficioso en casi todos los seres vivos que se han analizado, desde gusanos a personas. Durante el ayuno, el cuerpo intenta adaptarse a la falta de alimentos. La multiplicación de las células se ralentiza y se activa la autofagia, que permite al organismo eliminar células viejas y, en general, sustentarse con sus propias reservas.

Durante décadas, el bioquímico Valter Longo (Génova, 55 años), profesor de gerontología de la Universidad del Sur de California, ha intentado entender los beneficios del ayuno para buscar la forma de reproducirlos con dietas capaces de mejorar la salud y alargar la esperanza de vida. Importa qué se come, pero también cuándo, advierte. Una de las derivadas más interesantes de sus estudios es que el ayuno mejora la efectividad de los tratamientos en personas con cáncer.

Longo también es un personaje polémico en su campo. Sus estudios no desvelan la composición exacta de las dietas que usa para imitar los beneficios del ayuno, pero sí ha fundado una empresa para comercializarlas en varios países. De visita en Madrid para impartir una conferencia en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), Longo desgrana en esta entrevista el potencial de los alimentos para mejorar la salud.

—¿Cuán robusta es la evidencia científica sobre los beneficios del ayuno?

—Muy robusta. Hace seis o siete años era una conexión demostrada en ratones. Ahora se ha confirmado en personas. Muchos ensayos clínicos han probado beneficios del ayuno y también de dietas que imitan los procesos fisiológicos del ayuno. También hay trabajos que apuntan a que las horas en las que comés son claves. Ayunar todos los días unas 12 o 13 horas —por ejemplo, desayunar, comer y cenar antes de las 20 y no volver a comer nada hasta el desayuno— mejora muchos marcadores metabólicos y la calidad del sueño. Pero no hay que pasarse. Si el ayuno se prolonga a 16 horas, por ejemplo saltándose el desayuno, ya no hay efectos beneficiosos y sí algunos problemas metabólicos.

—¿Por qué tiene el ayuno esos efectos beneficiosos?

—Durante miles de años, nuestra especie comía mucho en verano, cuando hay mayor disponibilidad de alimentos y eso nos salvaba durante la escasez del invierno. Pero ahora el invierno nunca llega. Comemos más de la cuenta y esto puede provocar resistencia a la insulina, que es la causa de la diabetes. El ayuno o las dietas que lo imitan nos permiten volver al modo invierno, y hacen desaparecer la resistencia a la insulina.

—¿Qué efectos ha demostrado la dieta que imita al ayuno?

—Yo defiendo hacer una dieta especial que imita el ayuno durante cuatro o cinco días, unas tres veces al año. Hay ensayos clínicos que han mostrado que hacer una dieta como esta reduce los niveles de glucosa y colesterol, elimina la adiposidad y baja la tensión arterial. Un pequeño estudio que hicimos junto a la Universidad de Heidelberg también mostró que esta dieta hace que la gente con diabetes pueda reducir la cantidad de fármacos que toma para controlar su peso o incluso abandonarlos.

—¿Cómo describe la dieta que imita el ayuno?

—Baja en calorías [en torno a un 60% menos], proteínas y azúcares, muy basada en vegetales y alta en grasas provenientes de aceite de oliva, nueces y almendras. La primera vez que describí esta dieta en detalle en uno de mis libros en Italia causó problemas porque mucha gente hacía básicamente lo que quería. Por eso es importante consultar siempre al menos con un nutricionista.

—¿La dieta puede hacer que vivamos más años?

—Sin duda. Una gran revisión de estudios que ha analizado datos de dos millones de personas en todo el mundo ha mostrado que comer muchas legumbres, granos integrales y frutos secos y muy poco o nada de carne roja y procesada alarga la vida. Si a esa dieta le sumás el ayuno o las dietas que lo imitan, creo que podemos llegar a vivir 20 años más que ahora.

—¿Si uno es muy mayor ya es demasiado tarde para obtener beneficios de un cambio de dieta?

—No. Según el estudio que mencionaba, si cambiás de dieta a los 20 podés alargar tu esperanza de vida más de 10 años. Si empezás a los 60 ganas hasta ocho años; incluso si cambiás a los 80 ganas unos tres años. Además, esto no solo va de esperanza de vida, sino de años de vida con salud. En EE. UU., el estadounidense medio de 55 años ya toma dos fármacos de por vida para tratar enfermedades crónicas. El de 65, tres o más. Cada vez vemos más gente que ya está enferma a los 30. Los mantienen vivos con cirugía y fármacos muy costosos. El 20% del PIB de EE.UU. se gasta en tratamientos médicos, que además son cada vez más caros. Es insostenible. Nos hace falta una revolución y la nutrición es la forma de hacerla.

—También hay una conexión entre la dieta y cáncer.

—Hace unos 15 o 20 años empezamos a estudiar el efecto del ayuno en personas que tenían cáncer. Nos dimos cuenta de que las células del cáncer son ingobernables. No les afecta lo más mínimo el hambre o la falta de alimento, siguen adelante. Lo que se ha mostrado tanto en estudios con animales como con pacientes es que el ayuno o las dietas que lo imitan hacen que los tratamientos sean más efectivos, que los pacientes respondan mejor y tengan mejor pronóstico.

—¿Y en personas que no tienen cáncer?

—No hay dietas que puedan evitar el cáncer. No es posible cambiar los efectos de una mutación genética con lo que comés, por ejemplo. Ahora bien, el mayor factor de riesgo del cáncer no es fumar ni estar obeso, sino el envejecimiento. En este sentido, 30 años de edad son 50 veces más dañinos que fumar. Así que con la dieta no podés evitar el cáncer, pero sí envejecer de forma más saludable, como hemos comentado. Y, además, esa dieta no solo te protege de los tumores; también de otras dolencias asociadas a la edad como el alzhéimer, la diabetes, los infartos, los ictus.

—¿Qué opina de la opción de crear fármacos que imitan los efectos beneficiosos del ayuno o el ejercicio?

—Tienen un problema del que no se habla demasiado. Vos le podés dar un fármaco a alguien que está enfermo de diabetes o de cáncer, y asumís que habrá un pequeño porcentaje de pacientes que sufra efectos secundarios. Pero no podés darle ningún fármaco a la población sana si va a haber un mínimo porcentaje de gente que va a sufrir efectos secundarios. Por eso defiendo la dieta que hemos inventado que imita los efectos del ayuno.

—Esa dieta la vende una empresa que usted fundó y que comercializa comida preparada en cajas. Pero esa misma comida se puede conseguir comprando en cualquier mercado o supermercado, ¿no?

—Sí, claro, se puede, aunque no será exactamente esa dieta, porque la hemos patentado. En cualquier caso, todo lo que gano con esa empresa lo dono para proyectos solidarios. Lo que estamos intentando ahora es conseguir que las autoridades médicas de Estados Unidos puedan incluir esta dieta como un tratamiento para personas con diabetes o hipertensión, por ejemplo; en Italia, también. Creemos que en un año, con suficientes nutricionistas, podemos reducir significativamente el porcentaje de población con diabetes y el gasto médico asociado, que es de millones de euros.

—¿Cree que algunos productos alimentarios deberían prohibirse?

—No. Hay un dato interesante. Nosotros estudiamos la dieta de niños italianos. Todo el mundo decía que la alta obesidad era por las bebidas azucaradas. Pero vimos que no era tanto eso como la dieta, que era malísima. Se basaba casi por completo en pasta, pizza, patatas y proteínas. Los chicos estaban comiendo tres y cuatro veces más proteínas de las que deberían sin que lo supieran las principales asociaciones médicas. Así que no creo que se trate de prohibir.

—¿Cómo podría solucionarse ese problema?

—Con más y mejores profesionales de la nutrición que acompañen y apoyen a los médicos. Hoy en día, muchos médicos saben muy poco de este campo. Con suerte en la carrera hicieron una asignatura de nutrición. Y en cuanto a los nutricionistas, ahora mismo la mayoría hacen estudios de tres años. Hacen falta más profesionales con másteres y doctorados en este campo. Ellos podrían trabajar mano a mano. Y juntos pueden conseguir que los pacientes vivan una vida más larga y sana. /El País

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