Caso Paola: Envenenamiento, un hijo que molestaba y una familia cómplice

Tras ser hallado el cuerpo de Paola Alravez, resta conocer los motivos del crimen. ¿Había un hijo que molestaba en la relación? ¿Tiene que ver con drogas? La complicidad de los padres y el hermano de Santiago Zambrani, para entorpecer las investigaciones. Las tareas de búsqueda con la colaboración de Dao y Moro, dos perros rastreadores.

Justicia 22/08/2017
Respecto a los motivos que habrían llevado al asesino de Paola Alvarez a cometer tal cruel acto, es necesario un análisis que va de la mano con la mecánica del crimen, cabe señalar que aún no hay mucho al respecto. El fiscal, en su exposición en torno al caso, sólo mencionó la posibilidad de que ese aspecto tenga que ver con alguna cuestión sentimental.

En ese sentido, Zambrani, en sus dos declaraciones indagatorias, dijo siempre que con Paola habían iniciado un segundo intento por retomar una relación de noviazgo más estable, la cual, agregó, no se podía consolidar debido a un inconveniente.

Ese problema tenía que ver con la hija que Paola tenía, ahora huérfana, y su respectiva situación legal, ámbito en el cual la anterior pareja de la joven era, según Zambrani, un problema debido a que se trataba de un sujeto muy violento.
Claro está, los dichos de Zambrani no pueden ser contrastados por nadie, pues la única que podría haber confirmado o negado terminó en lo profundo de un barranco, en la Ruta Nacional 9, entre los kilómetros 1.639 y 1.640, en la zona de Cornisa, en el departamento La Caldera.

Tampoco cabe descartar si en la relación de ambos, al margen de alguna cuestión de despecho de parte de Zambrani por una negativa de Paola de seguir con la relación, haya surgido otro roce o enfrentamiento vinculado con la actividad de comercialización de drogas que fue develado por el fiscal.

Solo Zambrani podría develar el móvil del crimen, aunque esa es una ecuación muy difícil de creer, ya que desde su detención e incluso desde el mismo momento de la desaparición de Paola, nunca evidenció gesto alguno de colaboración.
 
Una familia “muy a-normal”
 
Sin dudas, la maldad manifestada por Zambrani tras caer preso se vio potenciada por su entorno más directo: sus padres. Amelia Huergo, su madre, y Alfredo, sus padres, fueron en todo momento funcionales a la estrategia del acusado, quien, lejos de la reflexión y el arrepentimiento, siempre busco la impunidad.
En ese tren, Zambrani centró su estrategia en dos etapas. Primera el silencio absoluto respecto a cualquier dato que pueda aproximar a los investigadores al cuerpo del delito, o sea el hallazgo del cadáver de Paola Alvarez, un dato que, todo indica, fue compartido con los otros actores de reparto que participaron de esta trama.

Sus padres aparecen como los más expuestos, en especial, su madre, quien al momento de prestar declaración indagatoria desafió a los funcionarios judiciales al asegurar que no tenían nada “contra mi hijo”. Esa seguridad demostrada provenía, según algunas fuentes, de la certeza respecto a dónde estaba el cadáver de Paola.

Su silencio y complicidad a su hijo fue irrestricta, al igual que la de su esposo, quien en un momento dado ofreció hacerse cargo del crimen. En un tercer escalón, tal vez, aparece Guillermo, el hermano de Zambrani, quien en el último tramo de esta estrategia apareció con un rol más protagónico.
Zambrani sabía, equivocadamente, que sin cuerpo no había delito, algo inexacto, puesto que en los últimos años en Salta y todo el país se han dictado condenas graves por el delito de homicidio, sin que se haya podido dar con el cadáver.

Vale como botón de muestra, el caso de Noelia Rodríguez, quien fue asesinada por su ex pareja en Chicoana el 4 de mayo de 2014, sin que su cuerpo haya podido ser descubierto hasta el momento. No obstante, el acusado, Aldo Vargas, fue juzgado y condenado a prisión perpetua el 6 de julio de 2016.

Este antecedente, posiblemente minimizado por sus asesores legales, no tuvo ningún efecto en Zambrani, quien no dudó en no sólo mantenerse en silencio respecto a la ubicación del cadáver de Paola, sino también no tuvo inconvenientes en entorpecer a toda costa cualquier tarea que lleve a la policía al cuerpo de la joven.

Declaraciones falsas, testigos hablados, planteos legales dilatorios e incluso denuncias infundadas, y hasta el uso de periodistas rentados para establecer teorías, las que estaban más ligadas a la fantasía y a la mitología griega que a la verdaderas pesquisas.

Zambrani y su madre

 
Un lugar en el mundo
 
En esa tarea, valga la paradoja, Zambrani dejó pistas concretas de las cuales los investigadores se tomaron para llegar finalmente al lugar del hallazgo del cadáver. Una de ellas surge de su primera declaración indagatoria, cuando al explicar los días posteriores a la desaparición de Paola mencionó un lugar geográfico determinado.

Zambrani dijo que estuvo por Jujuy, y cuando se le pidió precisión mencionó una zona específica: “la Cornisa”. Lo llamativo de este dato es que en su ampliación de declaración indagatoria, lo primero que hizo fue desmentirse y aseguró que nunca salió de la provincia.

Sin querer, Zambrani dijo la verdad, pues el lugar en el que hallaron el cuerpo de Paola se encuentra ubicado a unos cinco kilómetros antes de ingresar a territorio jujeño. Probablemente, el acusado se desdijo en busca de volver a situar las pesquisas en la zona este de la ciudad, en los alrededores del barrio Autódromo.

La mención de este lugar determinado no quedó del todo borrado en la mente de los investigadores y la fiscalía, como esperaba Zambrani, pues hace un par de semanas, cuando se decretó la reserva del expediente no fue para proteger el cruce de información del teléfono, supuestamente, descubierto por una nueva pericia.

En realidad, la reserva tuvo como objetivo dos tareas específicas. Una de ellas tuvo que ver con la citación de, al menos, cinco testigos claves que fueron llevados ante la fiscalía, quienes terminaron de darle el tiro de gracia a Zambrani.

Lo dicho por estas personas, ligadas a Zambrani y a su actividad vinculada a la comercialización de drogas, según trascendió, no alcanzó para dar con el cuerpo, sino simplemente para asegurar el vínculo asesino del acusado con su víctima.
cuerpo

 
Búsqueda referencial
 
La llave para poder dar con el cuerpo llegó de lo que se llama una búsqueda referencial, la cual fue explicada por el propio fiscal en sus declaraciones a la prensa, cuando indicó que se determinó un cuadrante de 38 kilómetros de rastrillaje.

Ese cuadrante, en realidad, tenía una referencia específica: el domicilio de Zambrani en barrio Autódromo. Lo que hicieron los investigadores de la División Homicidios de la Policía fue tomar como punto de referencia la vivienda del acusado, y desde allí establecieron límites a la redonda.

Para ello, tomaron una determinada cantidad de tiempo: 2 horas y 10 minutos, el tiempo que Zambrani no pudo explicar, y en el cual demostró mayor debilidad y contradicciones, como así también su madre. Hasta ahí ya se había probado firmemente que la noche de la desaparición de Paola, el acusado tenía en su poder la camioneta de su progenitora, algo que al principio había negado.

Lo que los investigadores hicieron fue marcar en el mapa cuáles eran los posibles destinos que Zambrani podía haber viajado, de ida y vuelta, en esa dos horas y diez minutos. La ecuación indicó la zona de la Cornisa, donde se marcó el cuadrante de 38 kilómetros señalado por el fiscal.
El otro paso clave, en tanto, fue dejar esta tarea en un grupo que sacó chapa en este caso. Se trata del Grupo de Búsqueda y Rescate Salta, conformado por ocho efectivos, la mayoría del Servicio Penitenciario Federal, dirigido por el sargento, Juan Abán.

Estos ocho rescatistas,  junto a dos perros rastreadores, Dao y Moro, hicieron un excelente trabajo al rastrillar palmo a palmo la zona de la Cornisa, donde finalmente encontraron el cadáver de Paola, arrojado al fondo de un barranco, en un codo, donde Zambrani esperaba que jamás sea hallado.

Así, de pronto y a 104 días de investigaciones, finalmente el largo brazo de la Ley alcanzó a Zambrani, dejándolo expuesto como el principal autor y responsable de la desaparición y muerte de Paola Álvarez, una joven mamá que dejó a una pequeña de dos años huérfana y a una familia destruida.

Mónica Morales, madre de Paola, resumió muy bien lo que espera ahora: Justicia, para su hija, para ella misma y para su nieta, quien deberá enfrentar esta vida sin la referencia ideal, la de su propia madre, asesinada por un sujeto despiadado que no trepidó en permitir el encarcelamiento de sus padres a cambio de lograr la impunidad, ahora esfumada.
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