El señor lanzador

Corría y lanzaba. Corría y lanzaba. Forma parte de la historia grande del básquet de Salta, entre los mejores valores en lo deportivo, pero una persona nobles y gentil. Se trata de Ramón Papa Michael, dueño de un talento innato, una mecánica perfecta para el lanzamiento. Conocelo.

Solidaridad 14/05/2019
Ramón Papa Michael (2)

Un rodillo de cemento adornaba la superficie cuadrante del Club Atlético Independiente de Salta. Me bastaba saber de su existencia para suponer que el piso de la cancha de básquet supo ser de tierra, polvo y pirca. Unos tableros de madera, con los bordes astillados, rastros de fuertes vientos, lluvia y humedad. En mi club de calle Lavalle, la casa roja de Villa Soledad, patio de mi casa, había más carencias que lujos. Tenía todos los rasgos de la pobreza. Y la palabra “pero” es inevitable. Pero tenía, y siempre tuvo jugadores de distinción, con una riqueza humana de excepción.

Unos cables colgados con lámparas con forma de ollas de lata daban más sombras que luces. Tribunas de hierro con trozos de maderas simulando asientos. Sillas para la gente con dificultades para trepar y caer. Casi siempre en su ingreso funcionando un buffet, una sala de reuniones para socios vitalicios. En el fondo un escenario donde se festejaban desde cumpleaños, hasta desfiles, boxeo, vóley, fútbol sala, fiestas, obras teatrales, cine y cuantas actividades más. Se fundó con mayoría de simpatizantes del club Independiente de Avellaneda, por lo que su nombre fue una coincidencia.

Ramón Papa Michael (1)

En sus primeros años de gloria, década de los setenta, se había formado el primer gran quinteto que empezaba a deleitar con dignos espectáculos. Uno de los niños pródigos de la casa, botaba día y noche por sus suelos. Aunque más lanzaba. Corría y lanzaba. Dentro de los cinco mejores valores que formó el club en su historia, seguramente de las personas más nobles y gentiles que pude conocer.

Ramón Papa Michael siempre tuvo ese aspecto de hombre de bien. Y no era pura apariencia. Tampoco fue superficial su talento. Una mecánica perfecta, movimientos simples, innatos,  para jugar al más completo de los deportes universales. Lo percibí cuando ya jugaba en los internos nocturnos  que organizaba el club en los veranos. Ramón participaba en el equipo de veteranos, junto a “Tito” Tejerina, “Humito”, “Malevo” Ferreira, Eduardo Tapia, “Sucio” Acuña, “Gordo” Cherro. No hacía falta ver su esplendor para percibir su virtuosismo.

Luego tuve el privilegio de ser allegado a su familia, por mis padres y por su hijo Federico, su hija Liliana, Martin Miranda su yerno y Ely Cardoso, su mujer, reconocida peluquera y empresaria. Con su silencio, con sus principios, sus ideales, de bajo perfil, habrá sido un referente como hombre de bien, como ciudadano ejemplar, como tipo que disfruta de las cosas simples como compartir la mesa con la familia. Solidario con los amigos, amante de la música, los viajes, el fútbol y los nietos. Gran bailador de música griega por sus orígenes, también conserva esas ganas del café, de la pausa para leer y charlar, del arraigo al hogar, de agradecer y a sus padres no olvidar.

Habrá pasado muchos años de su vida trabajando en La Veloz del Norte. Primero como cadete, luego administrativo y luego gerente. Supo ser la confianza y la garantía de una organización modelo. Seguramente más tiempo allí que con su familia, más vivencias allí que con la esfera naranja, pero siempre con palabras de gratitud. Con sonrisas de paz, con la voz moderada y el pestañeo constante de saber conciliar el sueño sin ningún desliz. Por su basquetbol, por sus huellas, por su amistad, mi modesto tributo en vida a Ramón Papa Michael, hombre de humildad suprema y alta calidad humana que genera esperanzas de vivir, con o sin básquet  y ser feliz.     

Ramón Papa Michael (3)

Por Nicolás Cortés, para InformateSalta

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