Gabriel “chirete” Herrera, el doble femicida que ha marcado parte de la historia criminal de Salta, fue trasladado nuevamente hacia la Unidad Carcelaria 1, más conocida como Villa las Rosas, luego de un raid por las cárceles de Tartagal y Orán. Ahora absolutamente abrumado psicológicamente transita sus días en el más oscuro encierro.
Fue el tres de noviembre cuando desde InformateSalta confirmábamos que el homicida de Andrea Neri y Verónica Castro, ambos hechos ocurridos en situación de privación de su libertad, había regresado a la capital salteña. Ahora se supo que no recibe ningún tipo de visita y permanece encerrado en su cela con custodia las 24 horas, para evitar que se autolesione.
En estos momentos no sólo es un peligro para la sociedad, sino también para sí mismo. No habla coherentemente, tampoco puede entablar una conversación, si bien está con tratamiento psicológico y psiquiátrico, transcurre sus días mirando fijamente la televisión que está en su celda.
Su historia criminal.
Herrera, o como le decían en el penal de Villa las Rosas, el “anticoncha”, estuvo vinculado a la delincuencia desde muy joven, es más cuando cometió el primer femicidio estaba cumpliendo una condena por robo calificado en el penal de Metán, fue en el 2006, cuando durante una visita asesinó a su esposa Verónica Castro y madre de dos de sus hijos.
La joven había viajado a dedo junto a su madre e hijos para visitarlo. Cuando estaban en el salón común dijo que iría a su celda a buscar una pastilla y ella decidió acompañarlo, se sospecha que aprovechó la oportunidad para intentar ponerle fin a la relación, pero Chirete se sacó la remera y la usó para estrangularla.
Tras ser condenado a prisión perpetua y por su mala conducta fue trasladado a Salta, lugar donde conoció a su segunda víctima, Andre Neri de solo 18 años, mientras ella visitaba a unos primos.
Se las ingenió para enamorarla, al punto de haberse convertido en su primer y único novio. Con ella tuvo un bebé y por un planteo de celos, la terminó asesinando durante una visita de 36 puñaladas con una gubia.
Lo sucedió trajo graves consecuencias por las falencias que hubo ese día en la seguridad y se cambió radicalmente el sistema de visitas. El precio, la vida de Andrea y Verónica.