Asesinados con un pico, el macabro antecedente del femicidio en Juan Manuel de Rosas
28/06/2024Ocurrió también en junio, pero de 1998. Las víctimas fueron una pareja de suizos que se habían enamorado de San Lorenzo y se quedaron a vivir. Murieron a manos de su jardinero, quien confesó que lo hizo harto del maltrato que recibía.
Hans Rudy Hintermann y su mujer, Sibyle Husten, de 60 y 50 años, fueron hallados muertos de una manera horripilante el 17 de junio de 1998 en una vieja casona que habían comprado en San Lorenzo, donde se instalaron a vivir desde hacía 15 años, cuando llegaron a ese lugar y quedaron enamorados de la Quebrada, tanto que se instalaron a vivir allí.
Sus nombres volvieron a la memoria de muchos salteños hoy a la mañana, cuando se conoció el ataque sufrido por una mujer en barrio Juan Manuel de Rosas, quien después de una penosa agonía de horas, falleció por la tarde debido a las graves lesiones causadas por su ex pareja, quien intentó quitarse la vida, pero no lo logró.
Pero no fue el lugar ni el móvil del crimen lo que une estos dos hechos de sangre, sino la modalidad y arma utilizada para concretar los crímenes. En ambos casos, las víctimas fueron atacadas de manera violenta con un pico, una herramienta de construcción, pesada y letal.
En ambos casos, los que la empuñaron estuvieron enceguecidos de ira. Uno por un ataque de celos y el de hace 26 años, harto del maltrato humano que recibía de sus patrones, según lo confesó a los días de descubierto los cuerpos masacrados de la pareja.
El hallazgo de los cuerpos del matrimonio Hintermann se produjo a raíz del llamado de una vecina y amiga, quien, si bien sabía de la frialdad de los europeos, poco afecto a la vecindad, llamó a la policía y les pidió que fueran a echa un vistazo, pues ya eran varios días que no los veía.
Así fue como un patrullero llegó hasta la casona de calle Vicente López 1483, en donde nadie salió a atenderlos, por lo que ingresaron y se dieron con los cuerpos de la pareja. Fue una escena aterradora. Ambos habían sido asesinados a picazos, sobre todo, en la cabeza. Dado que ya llevaban varios días muertos, el cuadro era aún más macabro.
En busca del asesino
Descubierto los cuerpos, comenzó la búsqueda del o los asesinos. En ello, el dato de los vecinos fue clave, pues encausaron la pesquisa hacia el jardinero Silas Avalos Moreno, un ciudadano también extranjero, oriundo de Brasil, que se ganaba la vida de manera distinta y dispar.
Cuando revisaron la vivienda, los policías encontraron el arma asesina en el techo junto a unas botas manchadas con sangre. Todo ello condujo aún más al jardinero, quien, lejos de escapar, se quedó en su casa, en un barrio precario de Rosario de Lerma.
Cuando la policía se presentó en su casa, tampoco hizo el amague de huir, como si los estuviera esperando. Al escuchar por qué habían ido a buscarlo, no anduvo con vuelta y confesó los crímenes, contó como los mató, qué armas utilizó y hasta dijo por qué cometió semejantes asesinatos.
Sostuvo que vivía oprimido por sus patrones, en especial por Sybile, quien lo tenía al trote y, según aseguró, ejercía sobre él un trato inhumano, siendo rebajado de manera constante, tanto que, días antes del hallazgo de los cuerpos, estalló y mató primero a la mujer, a quien también acuchilló, golpeó su cabeza con el pico y un ladrillo.
Con la herramienta en mano, vestido de fajina y calzado con sus botas de lluvia, casi como una escena de las películas de terror, fue por Hans Rudy para terminar su obra asesina. Lo encontró descansando, así que no demoró, levantó el pico y le asestó varios golpes hasta que ya no hubo ninguna reacción.
En el juicio, realizado en la ex Cámara del Crimen II, integrado por los jueces Ángel Longarte, Carlos Pucheta y Bernardo Ruiz, con la intervención del fiscal Félix Elías, el jardinero repitió su confesión, con lo cual dejó a su defensor sin ninguna chance de pelear por algún atenuante. El veredicto estaba cantado y así sucedió: Avalos Moreno fue condenado a prisión perpetua.
En el barrio Juan Manuel de Rosas, lejos de la paradisiaca villa veraniega, otro asesino levantó esa misma herramienta para matar. En un ataque de celos, asestó, al menos, 4 golpes a su ex mujer, incluida la cabeza, dejándola prácticamente moribunda. A diferencia de la pareja de suizos, en este caso hubo testigo: la hija de la víctima, una niña que vio todo.