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La historia reciente de la Iglesia Católica vuelve a verse atravesada por un hecho tan doloroso como significativo.
El fallecimiento del Papa Francisco, ocurrido el 21 de abril de 2025, al día siguiente del Domingo de Pascua, despertó una profunda reflexión entre los fieles. No sólo por la pérdida del pontífice, sino también por una llamativa coincidencia espiritual: su partida, al igual que la de Juan Pablo II en 2005, tuvo lugar en el marco de las celebraciones pascuales, una de las fechas más trascendentales para la comunidad cristiana.
Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II, falleció el 2 de abril de 2005, un sábado previo al Domingo de la Divina Misericordia, fecha que él mismo había instaurado durante su pontificado. Esta jornada, que se celebra justo después del Domingo de Pascua, enmarca una vigilia mundial de oración y contemplación para los católicos. Por eso, su muerte fue interpretada entonces como un momento de alto contenido espiritual.
Dos décadas después, la muerte del Papa Francisco —tras 12 años y 29 días de pontificado— vuelve a vincular una despedida papal con la Pascua, festividad central en el calendario cristiano que celebra la resurrección de Cristo. Para muchos creyentes, no se trata de una simple coincidencia: el simbolismo de ambos fallecimientos ha sido tomado como una señal divina, un mensaje que trasciende lo terrenal.
En medio de los homenajes y las múltiples manifestaciones de dolor por la partida de Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latinoamericano, esta coincidencia temporal resuena con fuerza entre los fieles. Más que una curiosidad, para muchos representa un nuevo llamado a la fe, a la contemplación y a la esperanza.
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