El día que Mujica dejó perplejo a Fantino: “Pobres son los que necesitan mucho, y desean más”

Medios13/05/2025
Mujica

El 6 de noviembre de 2016, la televisión argentina vivió un momento inesperadamente revelador. Alejandro Fantino, uno de los conductores más conocidos y verborrágicos del país, cruzó el charco hasta la chacra del expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica. Lo que empezó como una entrevista terminó siendo, para muchos, una radiografía moral. Pero no del entrevistado, sino del entrevistador.

Fantino, figura del espectáculo y del deporte, se sentó frente a un hombre que representa todo lo contrario a su universo de consumo, relojes, motos, luces y ruido. Mujica lo recibió con su andar tranquilo, rodeado de su casa modesta, sus perros, gallinas y una paz que parecía más imponente que cualquier escenografía de televisión. No hubo maquillaje ni decorado. Apenas dos sillas, un termo, y una mirada tan profunda como incómoda.

Pepe no predica. No sermonea. Habla con una calma que no necesita imponerse, pero que inevitablemente desarma. En ese tono, le explicó a Fantino que el tiempo es lo más valioso que tenemos. Que la plata no es riqueza si se compra con la vida. Que el mercado nos hace esclavos de cosas que no necesitamos, mientras dejamos pasar lo único que no vuelve: las horas, los días, los abrazos.

Fantino, acostumbrado a tener el control, balbuceó una defensa de la vida moderna, del éxito medido en bienes, en ritmo, en vértigo. Pero a cada intento, Mujica lo devolvía a tierra. “Cuando comprás algo, lo pagás con el tiempo de tu vida”, dijo el expresidente. “Y el tiempo es lo único que no podés recuperar”.

El conductor intentaba comprender. Se lo notaba tocado, casi incómodo. La charla, que podría haber sido una nota de color, se convirtió en un espejo. Uno que le devolvía, sin decirlo, una imagen de acumulación vacía. El Fantino de siempre —rápido, seguro, filoso— quedó en pausa. Sus palabras no sabían cómo chocar contra una filosofía de vida que no se puede refutar porque está vivida, no escrita.

La entrevista fue, sin buscarlo, una clase de filosofía urgente para un mundo que corre sin saber a dónde. Mujica no fue un personaje. Fue una idea encarnada. Y Fantino, sin proponérselo, encarnó el otro extremo: el del sistema que celebra la velocidad, la productividad, la apariencia.

Años después, la charla sigue circulando. No por las preguntas, sino por las respuestas. No por lo que se dijo, sino por lo que se vio. Un hombre que lo tenía todo —exposición, dinero, fama— escuchando a otro que eligió tener poco para vivir más.

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