El domingo a la tarde estaba todo el pueblo de Urundel, departamento Orán, en el estadio municipal para alentar al naranjero entre cánticos, risas y alientos transcurrió el primer tiempo, como la calma que antecede a la tormenta, ya que apenas inició el segundo tiempo la violencia inundó el campo de juego. El partido que encontraba a Unión Urundel (L) con Pizarro, de Orán (V) fue suspendido.
Según información que trascendió a través de las redes sociales, el conflicto habría comenzado porque un miembro del cuerpo técnico visitante agredió físicamente a un jugador del local. La terna arbitral decidió suspender el partido, y resta ver que decisión tomará la Liga del Bermejo.
Con el estallido de la primer piña, tanto jugadores como hinchas entraron en un frenesí en el que no reconocieron aliados ni enemigos y solamente se podían ver golpes de un lado y del otro, adornados por los insultos que caían desde la tribuna y el festejo después de una patada pegada.
Sin duda lo que sucedió en la cancha fue una tragedia, es lamentable que hoy se deba agradecer no tener que lamentar víctimas fatales en medio de un partido de fútbol, cuando el deporte debe representar hermandad, fraternidad y salud y termina representando la bajeza humana, pierde la sociedad.
En el estadio había familias enteras, niños que iban a ver a sus padres que ese día jugaban, sin duda un recuerdo que quedará marcado en su memoria; como papá pegaba una piña por atrás a un jugador del otro equipo. También recordarán como la policía eligió mirar para otro lado.
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