



¿Que sería del mundo sin ellas?¿Quizás sean el mundo? Es de madrugada y no parece ser un día más. La luna luce gigante, hay cielo despejado aunque caen gotas de lluvia. Las estrellas se movilizan con una luz particular. Suceden fenómenos peculiares. El hospital del partido de Lanús se revoluciona cuando un patrullero llega con una mujer embarazada y un hombre la escolta junto a la policía. Ella lleva un colgante, con forma de estrella, brillante. Lo tiene en sus manos y se aferra como a un crucifijo. -“¡Son correntinos!”-, dice emocionada la enfermera, también provinciana.
Ciudad de Buenas Aires. Provincia. Zona Sur. 30/10/1960. Son las siete de la mañana y nace un varón inquieto y robusto. La partera percibe todo con normalidad salvo un movimiento constante de la pierna izquierda. Los registros indican que la mujer que daba a luz se llama Dalma Salvadora Franco. El quinto hijo. El primer varón.
La madre con su instinto a flor de piel cobija bajo sus brazos su tesoro. Dice a viva voz. -“Sentí algo algo tan extraño. Vi luces de colores, escuché melodías. Voces. Toda esta semana fue muy diferente al resto de los días de mi vida. Tuve sueños hermosos y horribles pesadillas. Percibo que este chico es especial. ¡Dios y la Virgen me lo bendiga! Me lo cuide, me lo proteja. Tengo tantas sensaciones lindas pero también tengo miedos….”-

Madre al fin. Amor del puro, intuición celestial. Tan cercana la mujer, tan mágica la maternidad. Sangre de la misma sangre, resguardo eterno. Tiene en sus manos esas huellas dactilares tan peculiares. Por sus senderos hay heridas, cicatrices, quemaduras. Hay en sus ojos las lágrimas de todas las madres. Hay en su seno esa fuerza tan irreal como suprema. Puede una madre mover el mundo y nadar por todos los mares. Puede volar los cielos, por un hijo todo, todo es alcanzable.
-“Cielito. Ojitos lindos, mis ojitos. Mi pelusita, que quiere comer? Descanse que esas piernas necesitan energía y buen trato.” El niño era un prodigio y para todos los demás ya estaba en etapa de pubertad. Pero para ella era su bebé. Ya se hablaba de él como un ser iluminado. Brotado de talentos y de atributos exaltados.
Regreso a la madre. Jefe de hogar. Casa de una habitacion. Con hall de ingreso y fondo. Con tapial tejido de alambre y una puerta de simil rejas. Como un monoambiente con el baño incluido , las camas, la ropa, la vajilla y todo lo demás. Sería un Loft, en metros construidos de un Recoleta. Pero en Villa Fiorito. Conurbano, al fondo. Matrimonio y ocho hijos. Mezclados, mujeres con varones. Una comida al día y mucho de raspar la sartén, la olla. De presionar el pan contra el plato y sacar brillo a cada espacio de comestible sólido o líquido. Toalla húmeda casi siempre, para ocho. Ropa pasada de mayor a menor. Por ahí tocaba rosado. A veces azul. Alguna vez calzado holgado y otras veces ajustado.

El del parto, el favorito de los ocho. El especial. De nombre Armando. Un buen día, se hizo popular. El niño mimado, de adolescente se hizo hijo del mundo. Ídolo de niños, prócer de hombres. Entre medio de los flashes y la multitud. Cuando los banquetes tenían exageración, ostentación, recordó que su madre por las noches se recostaba mirando la pared con lágrimas en los ojos. -“Ella solía responder que le dolía la panza. Solo eso. Yo supe entender, en la fama, en medio de de la abundancia, que mi madre tenía un dolor de hambre, de pobreza. ¿Y que amor más grande que dejar tu porción diaria por tus hijos? Que me perdone Dios pero el día que se fue mi mamita, “La Totita”, siento que se me fue todo, y de a poco yo empecé a irme con ella… Si yo jugué para ella…”-
No es cualquier relato. Pues es el relato del argentino de barrio. Común. Ordinario. De pueblo. Del sin herencias, de calle de barro. Él es el hijo de la patria y ella la madre de varias generaciones. Su historia es la nuestra. La mía, la tuya. Somos la pobreza, el hambre. Adentro de ella, la injusticia social, la carencia, la angustia, pero también la bondad, la humildad, la generosidad. La familia. La mujer y la madre.
A veces intento convencer a los buscadores digitales que madre, es sinónimo de amor y viceversa. Hasta el mismo significado. Nada más, ni nadie más. Para todo lo demás debiera usarse otro término. Me quieren hablar de amor de pareja, de vínculos y hay un abismo. Una confusión enfermiza. ¡¿Que sabrán del amor dice el tango y la canción?! Madre/amor es la lágrima que se derrama por tu sufrimiento y la misma lágrima que cae en tu algarabía. Madre/amor es todo momento, sin vueltos ni inventarios. Sin juicios ni cartas documentos. La paz en el caos y en la guerra. La calma en la tempestad. La dulzura en la amargura. En la distancia, aún en la muerte, hay un hilo conductor. Sino es rojo es de cualquier color. Te une. Te hilvana. Te arraiga. Te lleva y te trae. Te cuida, te abriga, te abraza.
¡Feliz día mamá, feliz día madres! Dios la bendiga como mujeres porque ya están bendecidas como madres. Centro del hogar. Posa en tus manos un poder, una caricia que hace milagros, por los siglos, por los años de los años…









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