“Los amantes peronistas en general son los mejores, les importa que la compañera goce"

Medios 01/09/2021
peronista

Por Mercedes Funes
Infobae

Conozco a Paola Gallia desde hace años. Por eso sé que no le interesa hacerle el juego a la precandidata a diputada nacional del Frente de Todos en la provincia de Buenos Aires. “Tiene razón (Victoria) Tolosa Paz –dice esta psicóloga de 55 años que trabajó en el sector público tanto durante la gestión de Cambiemos, como en administraciones del PJ–. No en decir algo como esto en un contexto de pandemia y con semejante crisis económica, cuando la mayoría no se puede ni permitir pensar en el erotismo. Pero hay algo que es cierto: en el peronismo siempre se garchó”.

Gallia asegura que descree de las ideologías partidarias hace tiempo, y que, aunque ha votado a todos, si hay algo que no es, es peronista. Sin embargo, se considera a sí misma “una mujer muy libre”, incluso adelantada a su tiempo, en el que tal vez la mirada sobre la sexualidad era más pacata. “Para mí el sexo nunca fue un tabú: siempre me sentí muy cómoda estando con quienes elegí estar, vinieran de donde vinieran, y fueran del partido que fueran”, dice. Y eso da pie para que cuente el romance que mantuvo a mediados de los noventa con un secretario de Obras Públicas del conurbano, en tiempos del duhaldismo en la provincia.

Ella tenía 28, estaba recién separada, se había mudado de Barrio Norte a la zona oeste, y consiguió un trabajo como asistente en la municipalidad. “Y entonces empecé a salir con este señor, que además de ser peronista era militante hacía años, además de ser militante era funcionario público, y además de ser funcionario era mi jefe. Yo nunca había salido con un político que ejerciera un cargo, y nunca le había dado importancia a la ideología de un hombre, pero ahí estaba rodeada de ese ambiente de unidad básica, en donde la mística y la ideología sí eran importantes”, recuerda.

–¿Nunca habías salido con nadie que militara en política?

–Sí, había estado con gente que era muy militante, con radicales, o en su momento, hace muchos años, cuando existía la UCeDé, y tenía muchos amigos socialistas… pero yo era mucho más chica y no estaba pendiente de la política, no era un tema en mi agenda. Estaba más atenta a la crianza de mis hijos y a estudiar, que a cualquier otra cosa.

–A lo mejor es porque del otro lado también se le daba más importancia. El peronismo, dicen, es un modo de vida.

–Sí, yo creo eran las dos cosas: primero, que para él la ideología era todo, efectivamente, y que además era su militancia, su trabajo, y mi trabajo también. Yo trabajaba en un gobierno peronista y salía con este señor peronista.

–¿Y tenías una relación pública con él? Se dice también que los radicales esconden a las amantes abajo de la alfombra, pero los peronistas se pasean con ellas por el Congreso.

–Yo era la secretaria del secretario. Y él, que estaba recientemente separado, o al menos eso me decía, se mostraba conmigo por todos lados. Así que eso es cierto: el peronista muestra a su compañera sin vergüenza, porque, justamente, lo que tiene es una compañera, y a la compañera se la defiende. El radical, en cambio, no tiene compañeras, tiene amantes. Y sí, las amantes se esconden. Para el peronista, la mujer que tiene al lado es una novia que puede mostrar, es otro estatus, casado o no. Es como otra impronta con la pareja, es acompañarse en el sentido de ir juntos a todos los mítines políticos. Con él aprendí, porque iba a las unidades básicas donde tenía que hablar, o a militar o lo que fuera. Me la pasaba comiendo pollo, porque en esas reuniones se servía mucho pollo, y me sentía muy cuidada. Y una particularidad es que si bien son muy del pueblo, no rechazó para nada que yo fuera una cheta de Recoleta.

–Bueno, era un señor que era tu jefe, que imagino sería mayor que vos, que claramente tenía más poder. No digo que no lo haría un funcionario de otro partido, pero por más compañerismo y mística que le pongamos, visto con los ojos de hoy, no deja de ser un señor aprovechándose de que le tocó en suerte una secretaria joven y rubia de la Recoleta como parte del combo del cargo.

–Bueno, sí, él me llevaba unos 9 años, que por ahí cuando nos conocimos era una diferencia importante. Pero yo nunca sentí como que se aprovechara de su poder o de su cargo, porque a mí el tipo me gustaba y yo siempre hice lo que se me dio la gana. Nosotros teníamos muchas cosas en común. No el peronismo puntualmente, pero teníamos mucho en común. Si querés, la relación de asimetría estuvo dada no tanto por el cargo, sino por la edad. Yo no lo sentí como una situación de abuso, que es de público conocimiento que existe: que a mí me haya tocado estar con un peronista cuidadoso, no significa que no haya tipos como Alperovich o como los militantes de la Cámpora que fueron denunciados por sus propias compañeras.

–¿Te acordás de algún gesto “peronista” con el que te haya conquistado?

–Bueno, por ejemplo, ya hacía tiempo que estábamos ahí, que sí, que no, y había otro pibe dando vueltas que, para un cumpleaños mío, me mandó un ramo de flores a la municipalidad. Entonces yo llego a mi escritorio y veo este ramo increíble que venía sin tarjeta. Y justo llega mi novio peronista, mira el ramo de rosas, me mira a mí, y pone una sonrisa genial. Le pregunto: “¿Me las regalaste vos?” Y me dice que sí. Le dí un beso, le agradecí, y tuvimos una noche de pasión descontrolada. A los dos días, aparece el que realmente me las había regalado y me dice: “No me agradeciste las flores”. El señor, además de ser peronista, era un político, y había hecho la mejor que podía hacer: se había atribuido el regalo de otro y le tocó una muy buena noche de sexo en agradecimiento. Tenía estas cosas muy graciosas y muy propias del peroncho, porque se las vi hacer a otros.
 

–¿Pasión descontrolada? ¿Entonces es cierto lo que dice Tolosa Paz?

–Bueno, yo soy psicóloga, no sexóloga, y te hablo de mi experiencia y de otro momento, porque si hay que elegir entre coger y comer como pasa hoy, no creo que se garche mucho en ningún partido, por usar palabras de ella. Pero sí, en otra época, y con un poco de humor, que en crisis como estas es muy difícil de sostener, yo llegué a tipificar diferentes amantes según su partido, incluso por lo que subían a redes. Si te fijás en los Instagrams de la gente de Cambiemos, vas a ver un montón que pone “Te amo”, “Mi amor”, muchas cosas de familia y de niños. El peronista no hace eso, no sube ese tipo de comentarios a redes. Se coge igual, nada más que en uno lo dicen abiertamente, como en el caso de Tolosa, y otros lo esconden mejor.

–Como que hay más apariencia, a lo mejor en los dos casos: a unos les gusta mostrarse más familieros de lo que son, y a otros más sexuales. Ese mito de la potencia del candidato peronista, de decir que puede salir con todas las que quiere, y que también hace que incluso hoy para subirle la imagen a un presidente haya que especular con el embarazo de su mujer.

–Sí, en muchos casos es apariencia. Cualquiera de estas cuestiones son siempre desde un lugar patriarcal, porque esconder a la amante y estar mostrando todo el tiempo la imagen de la familia también es patriarcal. La diferencia es que hay un grupo que te lo esconde muy bien y el otro grupo no, al contrario, modo Menem, que era peronista, mal que les pese a los peronistas. En cambio Alfonsín, a quien respeto mucho, tenía su vida y no la hacía pública.

–¿Y lo de la potencia es un mito? ¿Los peronistas son mejores en la cama o no?

–Bueno, yo desarrollé mi propia casuística sobre este tema (risas). Siempre dije que los amantes peronistas son los mejores del arco político porque de verdad les importa la compañera y el orgasmo de la compañera. Quieren que la pase bien. Son felices cuando la mujer está satisfecha y plena, y son pragmáticos. No me pasó lo mismo con los radicales, que te agarran con los calzoncillos a la mitad y las medias puestas, ni con los socialistas que son de enamorarse mucho. Te escriben poemas, no hacen mala performance, pero no es un sexo bestial, porque es un sexo enamorado. Para los troskos, en cambio, estar con la que les gusta es una gesta. Entonces tienen un tema, lo tienen que contar, porque las revoluciones se cuentan. El trosko te manda al frente, es muy de decir: “A esa mina me la cogí”. Son un poco sueltos de boca. De los libertarios mucho no sé, porque no estuve con ninguno, pero los veo un poco como a los liberales de la UCeDé, que el Estado no se meta en sus decisiones, pero después son católicos culposos.

–¿Y la militancia sexual del peronista, digamos, qué frecuencia tiene?

–Te repito, son muy atentos, en cuanto a tiempo y a frecuencia. En eso son verdaderos militantes: con este señor que te digo, era un sexo casi diario. Trabajábamos mucho, así que nuestros encuentros eran siempre a la noche, tranquilos, con tiempo para dedicarnos, sobre todo, él siempre tenía tiempo para que yo acabara. Fuera del juego de palabras, él trató en algún momento de que yo comprara la causa peronista, pero sabía perfectamente que no me iba a convencer. Tenía mucha calle y eso a mí me encantaba, el peroncho en general es más divertido.

–En eso también estás de acuerdo con Tolosa entonces. ¿Y de malo, no tienen nada los amantes peronistas?

–Y ahí volvemos al tema del machismo. Son muy infieles, en general. Son mucho más infieles los peronistas que los socialistas, por ejemplo. Porque tienen a veces a su mujer y a su novia, como algo natural, aceptado. Y a las compañeras se las cuida, pero son sumamente infieles. Igual, ojo, que yo te estoy hablando de un grupo que tiene que ver con mi edad también. No sé cómo es ahora, ¡no tengo ningún amante peronista de 25 años en mi haber todavía!

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