PREGUNTA - Mi hijo tiene 24 años y toma mucho alcohol cuando sale los fines de semana, y lo viene haciendo hace varios años. Toma tanto que ya rayó varias veces el auto y ahora dejó a una chica embarazada (que también creo que estaba borracha). Le pido su opinión porque él lee siempre sus notas y le cree. Gracias. E. L. de R., La Plata.
El alcohol y la sexualidad se relacionan. Basta imaginar el encuentro de una pareja con una copa de vino, de champán o un trago de por medio. O la “previa” que suelen hacer los jóvenes antes de ir a la disco. Una razón frecuente –tanto sea hombre o mujer– es utilizar el alcohol como una herramienta para eclipsar inhibiciones relacionadas con la timidez u otras dificultades al momento de vincularse sexualmente con la persona que se desea.
Un ejemplo típico, es el hombre inseguro que no se atreve a encarar a una mujer cuando está sobrio, pero que sí lo puede concretar bajo los efectos del alcohol e insinúa, busca y concreta así una relación sexual.
Otra razón, una suerte de mito equivocado, es creer que el alcohol aumenta el deseo, la capacidad y el placer sexual. En realidad, ocurre todo lo contrario ya que el alcohol es un depresor del sistema nervioso central.
Su ingesta, en pequeñas cantidades, tiene un efecto desinhibidor que hace más fácil encarar y concretar acciones que de otra manera quizás no serían factibles realizar.
Efectos contradictorios
Pero en cantidades mayores, en lugar de actuar como un estimulante y mejorar el desempeño, termina funcionando como lo que es: un depresor de las funciones psicológicas y fisiológicas, entre ellas, la sexualidad.
El alcohol casi siempre disminuye el rendimiento sexual.
El alcohol tiene efectos contradictorios ya que desinhibe, pero también retrae; relaja pero produce sueño; anima y después entristece o irrita. Es decir, quien pretende encontrar soluciones genera problemas, por lo que aquel que busca una salida a sus conflictos en el alcohol suele encontrar otras dificultades, ya que aunque puede aumentar el deseo sexual por la desinhibición casi siempre disminuye el rendimiento.
Así, en los hombres, el alcohol genera impotencia al comprometer la capacidad de erección, afecta la eyaculación (que puede ser precoz o muy tardía), disminuye los niveles de testosterona y menoscaba la producción de espermatozoides.
A su vez, en las mujeres, altera el ciclo menstrual, disminuye la lubricación de la vagina o produce su inflamación, genera dolor ante la penetración e impide alcanzar el orgasmo.
En los hombres el alcohol compromete la erección y afecta la eyaculación. En las mujeres, altera el ciclo menstrual y disminuye la lubricación de la vagina.
Por lo tanto, el alcohol no es un buen amigo de la sexualidad y lejos está de ser un afrodisíaco como muchos, equivocadamente, creen.
Muchas veces suele ser utilizado como un justificativo en tanto sirve para argumentar haber aceptado una relación no consentida de manera consciente (“estaba borracha”) como para justificar haber obligado a otra a tener relaciones (con igual excusa: “estaba borracho”).
La ecuación cantidad de alcohol/consecuencias sexuales resulta muy particular y depende de cada individuo, de las características de su organismo, de sus hábitos y de su calidad de vida. Por tal razón, la tolerancia al alcohol y sus consecuencias varía de una persona a otra.
Pero de forma aproximada, se puede decir que la misma cantidad de alcohol en sangre que no permite manejar un vehículo, de igual manera perturba la capacidad para mantener relaciones sexuales efectivas y responsables.
Como todo en la vida, ante dificultades sexuales es necesario buscar y encontrar soluciones sanas y efectivas. Y el alcohol no lo es. /Clarín