"Madres de la marihuana": cultivan para curar a sus hijos

Son más de cien y muchas de ellas ni siquiera fumaron jamás un cigarrillo. Pero, aunque es ilegal, producen el aceite de cannabis con el que tratan las enfermedades de sus chicos.

Sociedad20/11/2016

La vida para Roxana Peressut, su marido Elio y sus dos hijos se había vuelto tan desesperante que llegaron a pensar en matarse. Fue cuando los médicos les dijeron que ya no había medicamento que ayudara a Marco (14 años) con su autismo, mientras su otro niño, Luca (13), sufría una epilepsia tan difícil de controlar que lo mandaba cinco veces por mes al hospital. "Pensamos en serio en suicidarnos. No tenía sentido la vida.

Estábamos alejados de la realidad", cuenta a Clarín Roxana, de una época -hace seis años- donde la angustia había tomado todo. Pero prevaleció la pulsión de vida. Y la familia Peressut buscó hasta encontrar. Se informó sobre cannabis y en 2014 se animó a probar cuando una amiga le dio cogollos de marihuana con una sugerencia: hacer manteca para Marco.

Su hijo mayor era un torbellino de violencia centrífuga. Su tormenta interior lo llevaba a golpearse la cabeza contra la pared, a revolear cosas. Un día de berrinche llegó a sacarle tres dientes a su madre de un rodillazo en el maxilar. Tanto padeció por amor Roxana que no olvidará jamás el momento en que untó la manteca sobre una galletita de agua y se la dio. Media hora más tarde lo encontró mirando cómo giraba el lavarropas mientras comía un pan con mermelada. Hasta ese día nunca, en doce años, madre e hijo habían sostenido un diálogo. Roxana le preguntó si estaba bien. Y él respondió: "Sí, mamá, gracias".

Desde ese momento en su casa crecen plantas de cannabis hembras cuyos cogollos ella transforma -con un método sencillo-en aceites para ensaladas o mantecas o licuados hiperconcentrados. Según la ciencia, lo que ayuda en enfermedades como autismo, epilepsia, cáncer, esclerosis son los componentes químicos (THC o CBD) de la flor (marihuana) y la relación que tienen éstas con unos receptores en el cerebro llamados endocannabinoides.

Frente a escenarios como el de Roxana, cada vez más familias se convencen de que existe una relación natural entre el cuerpo humano y la planta. Eso aprenden las madres, antes de comenzar a cultivar cannabis en sus casas, algo que hoy es ilegal en la Argentina. El temor a ir presas les resulta insignificante al lado de la nueva chance de vida. A Peressut le fue bien con el autismo de Marco y también con la epilepsia y la dificultad cognitiva de Luca, quien ocho meses después de la experiencia de su hermano comenzó a usar cannabis. Sesenta días más tarde dejó de sufrir convulsiones: "Ahora nos mira a los ojos, entiende los chistes, interactúa".

Son muchas las familias destrozadas cuyas vidas dan un giro desde que empiezan a cultivar. "No es sólo que mejora la salud de ellos. Todo el entorno se recompone", reflexiona Valeria Salech, fundadora de la organización Mamá Cultiva, que nuclea a 50 familias con diversos dramas.

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