Parque Jurásico IV

El periodista Héctor Alí analizó en su columna la firma del acuerdo por parte de algunos referentes de la oposición. Consideró que pretende armar un rejuntado de perdedores natos y ultraconservadores.

Opinión14/08/2014

“Romero se lanzó y pide el fin de la reelección”. Así comienza un pequeño recuadro publicado en la página web del diario Clarín. El texto agrega que el actual senador nacional Juan Carlos Romero quiere volver a ser gobernador de Salta y que participó de la firma del “Acuerdo para el progreso” junto a referentes de casi toda la oposición salteña. Señala además que “uno de los compromisos es reformar la Constitución provincial para limitar a los mandatos de los gobernadores a un sólo período sin reelección”. El diminuto artículo dedicado al menjunje partidario que confluyó en ese acto que pareció extraído de la era mezozoica, confundió en principio el título del acuerdo que en realidad lleva el pomposo nombre de Consenso de cambio para el progreso de Salta.

De las especies de saurios políticos presentes, la versión digital del matutino eligió destacar a Romero seguramente por su trascendencia a nivel nacional y posiblemente por los esfuerzos de alguna oficina de prensa porteña con llegada a su redacción. Pero más allá de la macrobiótica mención, la nota destaca como punto sobresaliente del acuerdo que se reforme la Constitución para limitar el mandato del gobernador a un solo período.

Tal vez no sea necesario recordar que luego de su bochornosa fuga del ballotage en 2003 junto al procesado senador nacional Carlos Menem, Romero volvió a la provincia para forzar una reforma constitucional que llevó impreso su nombre, porque fue convocada para cambiar un solo artículo: el que le permitió ser gobernador por tercera vez. Antes formó parte de la Convención Constituyente que modificó la Carta Magna, incluyendo la reducción del mandato presidencial a cuatro años con reelección por un período más.

El hombre que le negó a Nestor Kirchner convalidar su triunfo en la segunda vuelta, incumpliendo una norma constitucional y poniendo en riesgo la gobernabilidad del país, (Kirchner asumió con un exiguo 23 por ciento de los votos), retoma ahora el camino reformista asociado con exponentes de un arco político decrépito respaldados apenas por sellos partidarios. Y lo hace para borrar con el codo lo que forzó para prolongar su mandato a doce años de gobierno.

El resto de los puntos incluidos en el documento del “consenso” no es más que un listado de obviedades y principios básicos que formaría parte de cualquier plataforma política, como mejorar la calidad educativa, reducir la pobreza y defender los recursos naturales. Si realmente hizo falta reunir a casi todo el arco opositor para coincidir en estas ideas de manual de primer grado, los salteños están en problemas.

Pero lo más cuestionable, es que lo propone quien durante doce años de gobierno, llevó la educación a los niveles más bajos de la historia reflejados en el deterioro de la infraestructura edilicia, salarios de hambre y deserción escolar, matizada con la brutal represión a los docentes que reclamaban por sueldos dignos. Una situación asociada a la vigencia de vergonzosos porcentajes de desnutrición infantil, pobreza e indigencia similares a la de los países africanos, según estadísticas medidas por organismos internacionales.

El desparpajo romerista llega hasta el delirio cuando propone defender los recursos naturales. Dos millones y medio de hectáreas fueron desbastadas por los desmontes y hasta pudo perderse una reserva natural, por políticas promovidas y alentadas durante su gobierno.

“¿Por qué no se presenta a la justicia?”, fue la pregunta obligada de un notero, cuando los firmantes del acuerdo quedaron a disposición de la prensa. “Ese no es motivo de este acto”, respondió Romero. El candidato a gobernador, sigue esquivando no solo las respuestas sino a la justicia misma. Acorralado por la media docena de causas de corrupción abiertas en su contra, sigue apelando a las dilaciones jurídicas para asistir a cada citación indagatoria. Mientras tanto, pretende armar un rejuntado de perdedores natos y ultraconservadores jurásicos, que bajo la consigna del “cambio para el progreso” se enrolan detrás de su figura. Spielberg no lo hubiera hecho mejor.

Fuente: FM Aries

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