Tenía fuertes dolores, no la atendieron en el hospital, fue a un curandero y la abusaron
Justicia01/04/2023Luis Manuel Guerra Vidaurre, conocido como el curandero de la casa amarilla, en Orán, fue condenado a 15 años de prisión por el delito de abuso sexual con acceso carnal, agravado por el uso de armas. La pena fue impuesta por la Sala II del Tribunal de Juicio, integrada por los jueces María Laura Toledo Zamora, Raúl Fernando López y Héctor Fabián Fayos.
La víctima declaró que el 25 de junio de 2018, a raíz de un fuerte dolor en la boca del estómago acudió al hospital San Vicente de Paul. Tras permanecer varias horas en la guardia sin ser atendida, es que otra mujer que vio cómo se agarraba la barriga, se acercó y le dijo que “estaba mal del pulso”, tras lo cual le recomendó que fuera a ver a un curandero conocido.
Ese sujeto era nada menos que Guerra Vidaurre, quien atendía en su casa de la calle Rivadavia, entre Alvarado y López y Planes. Dada la demora y el dolor que no cesaba, la mujer decidió seguir el consejo de la desconocida, quien se ofreció a indicarle la casa.
Totalmente confiada, la víctima la llevó en su moto hasta dar con la casa amarilla, la que estaba cerrada, al parecer, porque ese día no atendía. “Pasa mañana, por la tarde, si la puerta está entre abierta es que está atendiendo”, le dijo la mujer que conoció en el hospital.
Al otro día, la víctima, se apareció en la casa. Fue en su motocicleta y acompañada de su hijo, quien no pudo ingresar por pedido expreso del curandero. Al entrar a la casa, la mujer se dio con un escenario casi macabro, pues se trataba de un salón dividido por una cortina que apestaba, una mesa con cartas de Tarot y velas que alumbraban a una imagen de San la Muerte.
Ritual y abuso
Para la sesión, la mujer debió comprar primero una botella de agua y velas, las que entregó a Guerra Vidaurre, quien vestía un pantalón blanco de tela delgada y polera del mismo color. El hombre, encarnado en un ser superior, le pidió que revele cuál era su mal y cómo había llegado a su casa.
Luego, sin más, le aseguró que los médicos son una basura y que le habían hecho un mal, que se iba a morir. De inmediato, trajo una copa, vertió un poco del agua que llevo la víctima y le ordenó que tome un poco y haga gárgaras y luego escupa de nuevo en la copa.
Una vez que lo hizo, el curandero tomó un poco de algodón, lo mojó y luego le ordenó que se lo pasé por varias partes del cuerpo, en especial, por el estómago, lo que la víctima cumplió al pie de la letra. Fue entonces que Guerra Vidaurre hizo su pase de magia.
El curandero tomó el algodón, le pidió que mire una cruz y enseguida lo tiró dentro de la copa e inmediatamente el líquido se tiño de rojo. “¿Ves? Ese es el mal, vos estás para morir, pero yo te voy a salvar”, le aseguró, para luego dirigirse hasta la cocina, de donde regresó con un cuchillo en la mano.
Pasmada aún por el agua roja, la mujer no imaginó el verdadero mal del cual iba a ser víctima. El curandero, entonces, le pidió que se dé vuelta y miré una cruz que había en la pared, tras lo cual esperó por otro pase de magia que la salve, lo que no sucedió.
Guerra Vidaurre le puso el cuchillo en la garganta y le dijo que tenía que sacarse la ropa. Y la amenazó con matar a su hijo, con lo cual la mujer cedió y el acusado terminó por someterla sexualmente en una habitación contigua al salón, en una cama de dos plazas.
Según la víctima, todo fue espeluznante, pues el sujeto la redujo a la fuerza, la besó y todo dentro de la casa era una inmundicia. Una vez cometido el abuso, el curandero la amenazó para que no diga nada, que tenía poder para zafar de la “cana” y que volviera al otro día, incluso le sugirió el color de la ropa interior que debía llevar.
Al salir a la calle, la mujer no le dijo nada a su hijo por temor y se fue a su casa, se higienizó varias veces y después pasó varios días sin parar de llorar, incluso pensó en autolesionarse, pero finalmente encontró contención en una amiga de la Cooperadora Asistencial, quien la contactó con una psicóloga, la que la acompañó a realizar la denuncia.
Una segunda denunciante, en tanto, reveló otro abuso prácticamente similar, lo que generó un grado de convicción que derivaron en el veredicto que finalmente selló la suerte de Guerra Vidaurre, al menos, por los próximos 15 años.