Contradicciones y un perfil psicopático violento, determinantes en la sentencia

Mientras se aguardan los fundamentos de la condena dictada en el primer juicio en Salta por un crimen sin cadáver, todo indica que José Aramayo, sin una defensa adecuada, contribuyó en demasía para ser declarado culpable.

Justicia29/01/2016

Dueño de una personalidad impulsiva, agresiva y violenta, tal cual fue descripto por los peritos que describieron su perfil, Aramayo, muy posiblemente, fue el que insistió para declarar desde iniciado el debate, una maniobra que los abogados más experimentados no suelen recomendar, un tanto por estrategia y otro por seguir la premisa de que es deber del Estado, o sea el Ministerio Público, el encargado de demostrar la culpabilidad del acusado.

Haya sido esto o la propia torpeza de dos abogados obnubilados por su primer caso de trascendencia mediática, lo cierto es que Aramayo dejó en evidencia serias contradicciones, al menos quince, según contó el fiscal, Pablo Paz, quien tampoco esperaba que el acusado se animara a declarar.

Aramayo, sin embargo, estaba convencido en que iba a poder, valga la redundancia, “convencer” a los jueces, Pablo Farah, Carolina Sanguedolce y Angel Longarte, de la Sala III del Tribunal de Juicio que su detención y procesamiento por el homicidio de Marcela Mamani, desaparecida el 16 de febrero de 2012, era una injusticia.

Y, aunque le puso cierto fervor al relato, Aramayo quedó preso de una red que el mismo comenzó a tejer. Tras una narración cuasi romántica de cómo conoció a Mamani y el amor que la joven supuestamente tenía por él, pues siempre volvía a su casa, el “Indio”, como le dicen en el barrio Pablo Saravia, no pudo ocultar los flancos más flojos de su coartada.

Las filtraciones dejadas por Aramayo, no pasaron inadvertidas para el fiscal, quien rápidamente basó su hipótesis criminal sobre las grietas dejadas por el propio acusado. En una de las tantas contradicciones, el “Indio” aseguró que estuvo con Mamani entre el 14 y 16 de febrero, mientras dos amigas, Magui y Sonia, testificaron que hablaron con Marcela y ésta les dijo que estaba con su ex pareja, y que las fechas eran entre el 7 y el 10 de febrero, o sea cerca de una semana antes.

Magui también lo desmintió respecto a la visita de Aramayo a su negocio luego de la desaparición de Marcela. El acusado también se contradijo al referirse a los mensajes enviados a Jorge Nieve, como así también cuando afirmó que después de estar con Marcela, el 17 y 18 de febrero, concurrió a bailar al boliche S`Kombro, pues los guardias declararon que el “Indio” se apareció por ese local el 10 y 11, posiblemente después de hacer desaparecer a Mamani.

Otra contradicción grosera en la que incurrió Aramayo tiene que ver con su teléfono celular. Hizo un relato confuso de un supuesto robo tras los dos días que estuvo con Mamani, pero las pericias demostraron que lo uso el 17 de febrero.

Además, cuando Marcela desapareció dijo, sin reparo, que no la llamó porque el pack de mensajes gratuitos se le había terminado. Esta explicación, casi infantil, le permitió a la fiscalía robustecer la hipótesis acusatoria, sobre todo cuando los informes ambientales daban cuenta de que Aramayo no dejaba en paz a su ex pareja, la monitoreaba día y noche, actitud que cambió visceralmente cuando desaparece, pues él mismo sostuvo que se enteró de su desaparición diez días después por la radio.

En su ingenua intención, Aramayo intentó sembrar migas para que el tribunal desviara su atención hacia Javier López, un amigo de Mamani, de quien el acusado nunca dijo nada, pese a que tuve al menos seis ocasiones para referirse a este sujeto, durante la etapa de instrucción, la cual comenzó con el ex juez, Esteban Dubois, y terminó con Pablo Arancibia, quien lo procesó.

El testimonio de Raúl Ocaranza, un convicto que testificó y sostuvo que el propio Aramayo le confesó que mató a Mamaní, como así también otros delitos que cometieron juntos, fue otro indicio que terminó por convencer a los jueces de que el “Indio” no era de fiar.

Los que conocen el día a día de las audiencias y las miradas de los jueces, aseguran que el relato de Aramayo no tuvo el efecto que la defensa, encarnada por los abogados Federico Magno y Pablo Calisaya, pretendía y que uno de los jueces, Angel Longarte, habría sido el primero en detectar el traje del imputado.

Perfil criminal

La condena, según trascendidos, se terminó de cocinar con los testimonios de los peritos que se refirieron al perfil criminal de Aramayo y con la declaración de Cintia Medina, de la Oficina de Violencia Familiar, quien detalló el grado de perturbación y temor que la víctima padecía a expensa de los celos de Aramayo.

David Flores, un perito ya jubilado del Poder Judicial, describió a Aramayo con una personalidad “impulsiva, agresiva y violenta”. El licenciado Darío Duce, en tanto, fue un poco más allá y explicó que el acusado establece sus vínculos con el sexo opuesto en torno al poder y dominio.

Para ello se vale de la violencia, algo en lo cual Aramayo tiene experiencia, sobre todo con las mujeres. Duce agregó que el acusado, en su fantasía psicopática, está convencido de que si no domina y ejercer ese poder, violento por supuesto, la mujer que pretende puede abandonarlo.

Las graves contradicciones incurridas y un detallado perfil psicopático y violento, muy bien descripto por los peritos, allanaron el camino de la fiscalía, la cual terminó luciéndose con un repaso de cada uno de los puntos flojos que el propio Aramayo sembró al declarar.

Sus defensores, algo inexpertos, muy poco pudieron hacer, pues desde el inicio, parecen haber errado el camino, pues de haber mantenido a su cliente con la boca callada, a la fiscalía le hubiese sido más difícil probar la culpabilidad del mismo, máxime si no hay cadáver de por medio.

Obviamente, el tribunal tampoco tuvo muchos problemas y, aunque se decidieron por una escala menor a la pedida por el fiscal (solicitó 20 años de prisión), la sentencia dictada dejó una sensación de justicia, aunque no de consuelo, pues Marcela permanece sumida en la más profunda incógnita.

El papelón del debate

Fue protagonizado por el comisario Torres y el sargento Tintilay, dos policías que aparecieron con un supuesto informe de dos testigos que sabían dónde estaba enterrado el cuerpo de Marcela Mamaní, algo que, obviamente, el tribunal no podía dejar como un cabo suelto.

El reporte recaló en el tribunal en horas de la tarde. Fue el propio juez Farah, presidente del juicio, quien convocó a las partes y los notificó que iban a llamar a las dos testigos, pues no podía dejar sin verificar tal información.

La novedad, sin embargo, ya se conocía desde el miércoles pasado, por lo que la actuación de estos dos policías cayó sospechosa para la fiscalía, la cual solicitó que se remitan las actuaciones a fin de investigar qué fue lo que pretendieron verdaderamente el comisario y el sargento. ¿Acaso favorecer a Aramayo?

Lo cierto es que semejante revuelo no sólo retardó la lectura del fallo, sino que generó dudas respecto a un cambio de voto de parte de algunos de los jueces, quienes, según dicen, ya tenían su veredicto el mismo día en que concluyeron los alegatos.

Fuente: Informatesalta

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