Es trapito en Punta del Este y gana 7 mil dólares por temporada

Daniel Lara se considera un afortunado del balneario uruguayo: hace 15 años que está ubicado en el mismo lugar y con el dinero que recauda vive casi 5 meses.

Medios20/01/2018
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Trapito

La llegada de los Audi, BMW o Mercedes Benz no lo confunde. Su chaleco verde explica qué hace allí. Su sombrero marrón lo distingue del resto. Daniel Lara es cuidacoches en uno de los paradores top de Punta del Este desde hace 15 años. "En la parada 49, frente a Bagatelle, en La Barra. Acá me conocen todos", cuenta. Su trabajo es idéntico al de los casi 600 "trapitos" distribuidos en el balneario uruguayo. Aunque una gran diferencia lo vuelve exclusivo: recauda durante toda la temporada cerca de USD 7 mil de propina. 

"Tengo la suerte de estar frente a un restaurante muy concurrido durante la temporada. Especialmente a partir de año nuevo y hasta el 10 u 11 de enero, en donde se llena y la única forma de almorzar o cenar allí es con reserva. El 31 a la noche, una mesa de 10 personas tuvo que pagar la misma cantidad de dinero que yo recaudo en dos meses. Increíble", agrega.

El secreto de su éxito no está teñido por ningún misterio. "No hablo cuando no me lo piden y contesto cuando lo necesitan. No pregunto, pero si respondo si lo precisan. El turista no quiere sentirse invadido ni observado. Soy cordial, les devuelvo siempre una sonrisa pero no los molesto para nada", explica el hombre de 48 años, oriundo de San Carlos.

Lara está ubicado en un espacio municipal, del que no puede correrse más allá de las limitaciones que le corresponden. Además, debe cumplir con los requisitos para poder estar parado allí y recibir propina: "Cada uno de ellos, en el mes de octubre, recibió charlas y capacitaciones para atender al cliente, sobre todo al turista. Deben saber cómo comportarse y entender que parte de que nuestros visitantes se sientan cómodos y decidan regresar también depende de ellos", dijo a Juan Pigola, director de Tránsito y Transporte de la Intendencia de Maldonado (IDM).

"Algunos me dejan las llaves de los autos, porque entran a la playa y tienen miedo de perderlas. Saben que pueden confiar en mí, me conocen hace muchos años. Vienen famosos y empresarios, yo los fui reconociendo con el correr de los años, pero para mí son todos iguales", dice Lara.

Durante los últimos días de diciembre y los primeros de enero Lara confiesa que puede llegar a ganar entre 200 y 250 dólares diarios. "Después del 10 de enero recaudo 150 dólares diarios, aproximadamente. En año nuevo, puedo llegar a hacer una diferencia mayor: la gente paga mucho por cenar aquí y entiende que la propina también debe ser generosa", aclara.


El 6 de enero es el día pico de recaudación. No llegan más turistas ni ocurre un evento exclusivo. O quizá sí: es el cumpleaños de Lara, quien coloca un cartel en su puesto, avisando. "Ese día recaudo mucho más, la gente se pone más generosa", explica. "Te pido que aclares que yo con el parador no tengo nada que ver, soy un laburante que tengo la suerte de estar en este lugar".

Confirma que este año llegaron más turistas, que levantó la temporada y que él está "contento" porque le gusta estar ahí. "Tengo una gran relación con los argentinos". También confiesa que "necesito USD 1.500 por mes para vivir, entre comida, servicios y demás gastos. Con lo que recaudo durante el verano, mi familia y yo vivimos casi 5 meses".

Cuando el atardecer acecha y la noche se hace realidad, junta sus cosas, se sube a su Peugeot 205 y regresa a su casa, junto a su mujer y sus dos hijos. "A mi ganar esta plata me sirve mucho. Yo durante el año trabajo en la  construcción y gracias a la temporada puedo decir que vivo bien, normal. Nunca fui una persona que dedique su tiempo a gastar el dinero en lo material. Tengo un auto modesto, que funciona bien y eso para mí es suficiente".

Fanático de Nacional, utiliza su dinero para darle una mejor calidad de vida a su familia y, cada tanto, viajar a Montevideo junto a su hijo más grande para ver al club de sus amores. Ordena sus sillas, cierra la sombrilla y se despide del mar. Entre el bullicio del verano, es allí donde encuentra el rescoldo de paz necesario de cada día. Su chaleco azul descansa en el baúl de su auto. La familia lo espera. Mañana habrá nuevas sonrisas y la esperanza de que la suerte nunca cambie.

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