La Octava Maravilla

Hoy, en Historias de Vida, conocemos a Oscar "Cachavacha" López, letal delantero del Club Atlético Federación Argentina.

Sociedad 23/05/2019
cachavacha lopez (2)

Un apodo tan acertado como sus disparos desde fuera del área. Es que el hombre antes de ser bancario, fue un destacado delantero centro del Club Atlético Federación Argentina. Cuerpo grande, derecha letal, con la técnica del potrero y la valentía de crecer entre adultos en barrio Norte.

Allá, por Rivadavia al mil doscientos, en la casa del mejor electricista de la ciudad, Don Jorge Adalberto López y de Guillermina Bayón, nacía en segundo orden, un ser tan particular que se hizo personaje desde el inconsciente. Pestañas cortas y rectas, cabello oscuro, lacio, con flequillo, y desparpajo en abundancia. Gambeta corta, bicicleta, sombrero, guapo y aguerrido, así lo describía Nicolas Vitale, motivando al niño, luego adolescente a ser un profesional del fútbol. Nunca fue gran participe de los entrenamientos, la disciplina, ni del cuidado personal.  

Día Lunes. Hora: 10:00 Am. “- Sale una pizza, para el banco”. Palabras del señor Maldonado hacia el cadete del mercado, donde en un papel escribe el nombre del destinatario: Oscar Adolfo “Cachavacha” López. Es que al cajero más peculiar del mundo, de manos grandes y estómago universal le gusta mucho comer. Le fascina ingerir en lo posible cantidad, si es posible calidad, y si se puede compartiendo, mucho mejor. Es generoso porque supo de las carencias, de sudar para subsistir, de darle valor al pan en la mesa y que el abrigo soporte un invierno cruel.

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Ni bien dejó la pelota, aprendió junto a su padre el oficio de electricista. Siempre cargando la mochila de herramientas con carisma, buen humor, rebeldía, carácter, sensibilidad. Aún recuerda a su progenitor con mucha nostalgia. Los ojos se tornan vidriosos cuando recuerda aquellos días felices junto a su ídolo. “Si extraño alguien, es a mi viejo, era un tipo extraordinario”, me confiesa mientras escuchamos la canción de Piero. Le fascina la música, igual o más que a su hijo cantante. Habla todo el tiempo, se expresa, gesticula, se apasiona, acelera, baja la marcha pero sin pausa.

Nunca te aburre, no conoce el silencio. Habla de su mujer con gran respeto, mientras todo el tiempo trata de adaptarse a la tecnología y conocer su teléfono móvil. Me reitera que tiene hambre, mientras cuenta los acuerdos y desacuerdos que tiene en el trabajo. Tiene potenciado el don natural del carisma. Charla de igual a igual con el mozo, con el mecánico, con el gerente, con el gobernador. Todos lo disfrutan, todos ríen, nunca indiferente. Se sonríe de sí mismo, por su apodo. “Con esta carita, que me digan “Cachavacha” ó “Cacha” resumido, como la bruja,  es un privilegio, pero que conste que en el ambiente futbolero también me decían, la octava maravilla.”

Hace monólogos auténticos, tiene anécdotas, chistes y frases propias por centenas. “que no me querí?” al mandarse una macana.  “Estudia, decía mi viejo, sino te vas a rodear de burros”, cuando se le acerca alguien o “cerdo asalariado” para bajar los humos de algún síntoma soberbio. ¡Señor, dame paz!, cuando lo agobia el trabajo. “Esto no va a quedar así, va a quedar peor”, cuando está enojado. ¡Por el amor de Dios! Ante un ruego. Recuerda la historia de grandes personalidades de Salta, empresarios, dueños, gerentes. Tiene calle, mucho barrio, y bohemia. No bebe alcohol, no fuma, coquea en honor a Salta, admira y sueña con conocer a Daniel Altamirano, escucha los Cantores del Alba, Leo Dan, Palito, Leonardo Favio, Luis Miguel, tangos, boleros, y queda sorprendido con el arte de Juan Gabriel. Presume en su casa el Karaoke pero se dice no estar listo para en público, aullar.

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Lo considero un colega, compañero, amigo. Es noble, no tiene maldad, pecador, falible, honesto, extrovertido,  desinhibido. Critica el edulcorante, los cereales y todo lo que sea verde. Le gusta la servilleta de papel gris. El picante. La empanada frita, la papa con queso, y la copa el abuelo de la heladería Cercená, entre tantas de miles. Tiene mucha fortuna, por no decir suerte, como toda persona de bien. Se tropieza y no llega a caer, es olvidadizo, distraído, ocurrente, locuaz, pícaro.

Tiene todo el aspecto de atorrante pero me promete que es un señor de pies a cabeza, como su jefe, el señor Miguel Eduardo Caniza. Aunque camina más lento, añora jugar al fútbol pero prefiere un salamín. Un pan con palta, un escabeche. Parece que se las sabe a todas pero es vulnerable. Tiene un lado frágil que lo hace temeroso y que lo afloja. Es de carne y hueso, sufre por el bienestar de su hija Flavia, su hijo Nacho, su esposa Susana, sus nietos Juanito, su debilidad y Lucía, recién nacida, su hermano “Tatín”, sus hermanas. De repente mete la mano en el bolsillo y reparte a los chicos lustrabotas, lo que queda, hasta vaciar. Disiento cuando habla en tono gremial hasta que regresa a su esencia. Es digno, buena madera, un personaje único, diferente, “Cacha” López, ciudadano ilustre de nuestra Salta colonial, de paladar ocupado, popular y de corazón tan grande como latidos para imitar.

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