Una monja argentina, amiga de Messi, rescató ucranianos y denunció la existencia de mafias en la frontera

Medios 07/03/2022
monha

En medio del conflicto bélico por la invasión rusa a Ucrania, una monja tucumana viajó unos 3.300 kilómetros desde España para apostarse en la frontera y, allí, prestar una ayuda concreta. Nada menos que el rescate media docena de personas que buscaban escapar de la guerra. Ene se marco, las rescató y las llevó consigno a territorio seguro.

Se trata de una religiosa nacida en Tucumán y radicada en España. En ese sentido, Sor Lucía Caram ratificó nuevamente que es una «monja inquieta», como se autodefine en las redes sociales. En ese sentido, en su cuenta de Twitter relató que brindó resguardo a un total de unas seis personas en medio de la guerra.

«Regresamos a Manresa (ciudad ubicada en la provincia de Barcelona). La experiencia en la frontera y en los sitios de acogida es lo más duro que pude ver y sentir en mi vida», expresó la monja, de 55 años. Y relató que, junto a ella, se encontraban las seis personas afectadas por la guerra. «Ellos van a despertarnos a la realidad. Nosotros queremos ayudarles y lo vamos a hacer entre todos», expresó Caram.

Las personas a las que pudo ayudar son Olena Rozhova, de 37 años, junto a su hijo Nikita (12); de Irina Antonenko (39), junto a sus dos hijos Illia (13) y Alexandra (14) y de otra mujer, Alessa (39 años). “No podemos mirar para otro lado porque la paz depende absolutamente de todos, porque todos estamos amenazados y porque los ucranianos son nuestros hermanos”, indicó Caram, en declaraciones a un matutino porteño.

Sobre las mafias manifestó: “Aquí hemos visto lo mejor y lo peor de la persona humana, todos estamos con la locura del delirante de [Vladimir] Putin y los que lo acompañan, hemos visto mucha solidaridad en los campos de refugiados, pero me ha dolido muchísimo constatar que también hay mafias que cobran coimas en la frontera y que lucran con la desesperación de esta gente aterrada por los bombardeos, que lo ha dejado todo”.

"Cobran a la gente normal, que sale a pie, de 50 a 100, 200 o 300 euros para dejarlos pasar y a los hombres de entre 19 y 60 años, que no pueden salir porque deben quedarse para luchar, entre 8000 y 10.000 euros”, acusa. “Ponen los billetes en el pasaporte y ya”, agregó Marian (que prefiere no dar su apellido), un rumano que vivió 18 años en España que la acompaña.

“Los húngaros, que sólo dejan pasar a quienes tienen pasaporte biométrico, también cobran por lo bajo... aunque ya lo hacían antes de que estallara el éxodo. Cuando volvía de España, por ejemplo, abrían el maletero y buscaban cualquier excusa para pedirte 20, 10 euros de propina, porque te hacían problema con el coche o los neumáticos sucios y con tal de que no te enviaran de vuelta, uno pagaba... Y ahora es peor, claramente, porque hay miles de personas queriendo pasar y 8 kilómetros de colas”, afirma.

Más allá de las mafias que lucran con el dolor ajeno, sor Lucía, que también denuncia haber sufrido maltrato en la frontera con Hungría a la hora de pasar con “sus” ucranianos, suena satisfecha. 

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