Nena celíaca de 6 años tuvo que comer en una plaza porque en el colegio no la dejaron usar el comedor

Nacional13/03/2022
nena

Por Clarín.- Es el primer día de la vuelta a clases y a Milagros se la ve con una sonrisa de oreja a oreja. Después de dos años inusuales, pandemia de por medio, afronta sus primeros pasos en la escuela primaria. Pero detrás de toda esa felicidad por el regreso hay una grieta.

La nena, que el pasado 30 de diciembre cumplió sus 6 años, es alumna de un colegio de la localidad bonaerense de Caseros, al cual asiste desde jardín. Su jornada es doble, con comedor incluido, ya que sus padres trabajan día a día sin descanso.

Milagros ahora puede almorzar en la escuela, tras una larga pelea. Lo hace desde el lunes 7 de marzo, pese a que las clases comenzaron el miércoles anterior. ¿Qué pasó en el medio? "La discriminaron", dice tajante su padre, Marcelo Martín.

Para tratar de entender la historia hay que retroceder a 2020, aquel fatídico año en el que el coronavirus irrumpió en la Argentina y le impidió a todos los chicos continuar con su habitual rutina de estudio.

Milagros empezó a perder un poco de pelo y le comenzaron a aparecer pequeñas manchas en sus brazos y en la espalda por lo que sus padres la llevaron a una dermatóloga.


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"Primero pensamos que era del estrés por tener que estar encerrada en casa y por sacarla de su ámbito que era estar en la escuela y con sus amigos", le cuenta Marcelo a Clarín. 

Pero aquellas marcas, que simulaban ser picaduras de mosquitos, fueron avanzando. Entonces, el año pasado, Milagros tuvo que transitar su primera consulta médica. La dermatóloga le mandó análisis, entre ellos, de sangre.

Los valores de los resultados dieron un primer anticipo de la afección padecida: celiaquía. Un pediatra de confianza de la familia fue aún más exacto: valores de celiaquía bastante elevados.  

 "Nunca lo imaginamos. Milagros siempre comió normal, se bajaba paquetes de galletitas y jamás estuvo descompuesta. Tampoco hay antecedentes en la familia", recuerda Marcelo, sobre aquella primera reacción. Es que, precisó, la intolerancia evolucionó por piel, lo que explica los síntomas. 

Más adelante, llegó la visita a la gastroenteróloga para confirmar el tratamiento. "Es totalmente celíaca", fue la respuesta de la profesional. Lo que siguió fue una endoscopía para terminar de asentarlo.

Pasar por tantos estudios no resultó un obstáculo para una valiente Milagros. "Siempre preguntó y siempre se le dijo la verdad. Incluso el día que se le hizo la endoscopía se le explicó cómo era. Por suerte no tuvo miedo ni lloró", subraya su papá.

Ya en vacaciones, tenía que hacer la dieta. "Comida exclusivamente para celíacos. Se terminaba lo de antes. No más alfajor ni sus galletitas favoritas. Pero lo entendió muy bien", detalla sobre la primera respuesta de su hija. 

Chofer de larga distancia y un apasionado en lo suyo, a Marcelo le brillan los ojos cada vez que nombra a Milagros. Y, por momentos, también se le eriza la piel.

"La prueba de fuego fue cuando estábamos en el supermercado y pasamos por la góndola de sus galletitas favoritas. Me mató en el alma porque las miró de reojo, pero no pidió nada", revela con la mirada perdida como retrocediendo a ese instante que quedó grabado en su mente.

Así como manifiesta que "era todo nuevo" para Milagros, también resultó ser para él y Natalia, su ex pareja y madre de la chiquita. Juntos tuvieron que comprar ollas nuevas para cocinar y empezar a meterse en un mundo desconocido —hasta ese momento— a la hora de realizar las compras cotidianas.

Atenta y observadora, destaca Marcelo como dos cualidades de Milagros para llevar adelante su condición. "Siempre pregunta todo. Antes de comer y tocar algo, se fija que tenga el logo sin TACC", ejemplifica.

Esos cambios de hábitos alimenticios ya se hacían notar. La piel afectada pasó a ser una piel suave, el pelo empezó a crecer de poco y hasta ganó peso y altura. 

"Hasta ahí marchaba todo bien", sigue Marcelo, ya con un cambio en su tono de voz. Es que su relato empieza a virar hacia otro lado, uno que jamás se hubiera imaginado.

En la escuela

En febrero, la madre asistió a la reunión de padres con la directora de la escuela José Ingenieros de Caseros. Allí, contó la situación de Milagros. A priori, la respuesta recibida no había despertado ninguna alarma.

"Nos dijeron que no iba a haber problemas y que se le iba a hacer un lugar a Mili en el comedor", detalla la familia de Milagros sobre esa charla. También les pidieron una lista con los productos que podía ingerir la nena. Sirvió de poco.

Al día siguiente, un llamado telefónico derrumbó todo. Del otro lado, estaba la directora. ¿La explicación? No aceptaban que almuerce en el instituto porque no se hacían responsables de la higiene y tampoco iban a comprar víveres especiales para Milagros.

 
Con dolor, Marcelo explica: "Le pedimos un metro cuadrado para darle de comer y no sacarla del colegio. Eso también lo negaron. El colegio no le permitía entrar con luncheras ni tuppers porque los alimentos podían contaminar".

 
"Hasta nos llegaron a decir que bromatología no lo aceptaba y lo prohibía", continúa.

"Cómo le explicás a una nena de 6 años que no puede comer en el comedor con sus compañeros y amigos porque el colegio se lo negó. Y más ella que es muy dada, enseguida hace amistades, se junta y juega", cuestiona Marcelo, lleno de indignación.

La primera "solución" fue almorzar en la plaza. El miércoles, día de la vuelta a clases, la fue a buscar al mediodía para darle de comer. Sin embargo, todavía no estaba en la puerta. 

Al rato, se enteró que la habían llevado al comedor. Alertado por la situación, hizo movilizar a las autoridades. "Cuando me la trajeron, me dijo 'papá me sentaron en el comedor y me trajeron una comida que yo no toqué; dije esto no lo puedo comer'".

Se sentaron en la plaza, ubicada a dos cuadras del establecimiento, y Milagros por fin pudo almorzar. No en las mejores condiciones, claro, aunque ella se lo tomaba como un "juego". Incluso, hasta le llegó a pedir al padre ir un rato a la hamaca. Pero ya era hora de volver a clase.

Al día siguiente, pasó lo mismo. Hasta que el viernes, un cielo negro acompañado de una tenue lluvia empezó a complicar más las cosas. La plaza ya no era opción posible.

Entonces, recurrieron al kiosco ubicado a una cuadra del colegio. Fue llevada por la madre, ya que su papá estaba por trabajo en Bahía Blanca.

Afortunadamente, el dueño recibió a Milagros de la mejor manera y le permitió comer sentada, bajo techo, en el banco de la puerta del local.

Como la verdadera solución no llegaba, los familiares de Mili recurrieron a las redes sociales para contar lo sucedido. Una primera publicación de la tía de la pequeña en Instagram alcanzó los 15 mil likes en cuestión de horas.

También trascendió en Facebook. Abogados de diferentes páginas relacionados a la celiaquía se comunicaron con ellos y hasta les ofrecieron ayuda sin cobrarles un solo peso. 

"Nunca imaginé la repercusión. El viernes en un momento estaba solo y lloraba. De la emoción, la bronca, la alegría, la tristeza... Todo junto. Para ella era el papá fuerte, pero por dentro me moría", relata.

El sábado a la mañana, Martín estaba volviendo con su camión cuando sonó su teléfono a la altura de la ciudad de Azul. Frenó, atendió y escuchó una voz. Era el representante legal del colegio.

"Me habló como si nada hubiera pasado. De repente, tenían todo exclusivo para ella. Pero como que estaba hecho desde hace tiempo", rememora Marcelo, quien finalmente se reunió personalmente el lunes con la autoridad de la escuela.

Si bien el lunes quedó solucionado el problema, Marcelo no olvida los tres días de angustia: "La discriminaron, la dejaron comer en la calle y le sacaron el derecho al niño".

Tampoco se piensa quedar con los brazos cruzados. El chofer de 50 años se propone ahora lanzar una movida para que todos los kioscos escolares sumen alimentos para celíacos y también para diabéticos.

"No quiero que haya más Milagros, ni nadie. Ojalá este caso marque un precedente. No tiene que volver a ocurrir algo así", concluye.

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