La historia de "Don David", conocido por ser el alma detrás de "La Noche del Peregrino", es una de esas que toca el corazón profundamente. A través de ella, se demuestra que, incluso en los momentos más oscuros, la luz de la fe y la solidaridad nunca se apagan por completo.
Su vida es un testimonio de que, aún en el dolor más profundo, el amor y el servicio a los demás pueden ser una fuente de sanación.
Durante casi dos décadas, Don David ofreció alimento y refugio a los miles de peregrinos que, cada año, recorren cientos de kilómetros para llegar al encuentro del Señor y la Virgen del Milagro en Salta. "Yo ya hace dos años que prácticamente estoy retirado pero cuando llega el día, volvemos a la actividad", expresa.
A pesar de que, a veces siente que sus fuerzas comienzan a flaquear, su corazón sigue lleno de la misma generosidad. "Sigo ayudando, aunque en menor escala", dice con humildad, reconociendo el peso de los años.
"Sigo ayudando, aunque en menor escala"
Su idilio con los peregrinos comenzó en el año 2000, cuando su nieto enfermó gravemente. Desesperado, encomendó su salud a la Virgen y al Señor del Milagro. "Siempre fui devoto, pero en silencio. Y en ese momento, fui a pedirle a la Virgen, y me ayudó casi de inmediato", relata.
Desde entonces, su pequeño negocio, que luego también creció, se convirtió en un oasis para los peregrinos que, agotados y cargados de promesas, encontraban en él un refugio. "A veces ni yo puedo creer lo que pasó", dice con una sonrisa nostálgica.
"Siempre llevo algo en el bolsillo, para comprar un medicamento o matar el hambre de alguien"
Pero la vida también lo golpeó duro. En 2017, un trágico accidente le arrebató a su esposa, hija y nieta en un instante. "Me enojé con Dios, sentí que me había abandonado", admite con los ojos llenos de tristeza.
Sin embargo, con el tiempo, y tras mucho dolor, encontró la manera de reconciliarse con su fe. "Volví a la Catedral, me arrodillé frente a la Virgen y le pedí perdón", recuerda, reviviendo ese momento de profunda humildad y fortaleza.
“Cuando perdí mi familia en el accidente, me enojé con Dios, pero después, me arrodillé ante la Virgen y le pedí perdón”
A lo largo de los años, Don David fue testigo de milagros, grandes y pequeños. Entre ellos, destaca la historia de un niño que recuperó la vista después de peregrinar junto a su padre desde Metán. "Eso es un verdadero milagro", dice, casi dejando escapar lágrimas de emoción.
"He visto a personas sanar de enfermedades incurables"
La vida de Don David es también una historia de resiliencia y esperanza. Su fe inquebrantable sigue siendo una inspiración para muchos, recordando que, a pesar de las adversidades, siempre hay espacio para el amor, el perdón y los milagros.