Los casos policiales más resonantes del 2017: Paola Alvarez y Alejandra Párraga

Más allá de la forma en que sus vidas fueron sesgadas, las muertes de Paola y Alejandra dejaron en evidencia los rasgos más perversos de sus asesinos, dos sujetos que nunca mostraron remordimiento alguno. Por el contrario, buscaron la impunidad a toda costa.

Policiales27/12/2017
Siguiendo con este repaso de los casos policiales más fuertes de este 2017, nos toca hablar de dos hechos que quedarán guardados en la memoria de todos los salteños.
El crimen de Paola Alvarez, una joven de 21 años y madre de un niño de 2, fue ejecutado y planeado por su asesino, Santiago Zambrani, como el crimen perfecto, pero la fórmula no resultó. Y que ello no suceda, se debió a la tenacidad de un fiscal, la ardua tarea de la policía y el aporte de nuevos actores en materia de investigación criminal, como el Grupo de Búsqueda y Rescate Salta, impidieron que este asesinato quedara impune.

Paola desapareció el 5 de mayo en la casa de Zambrani, en el barrio Autódromo, donde la joven fue drogada y asesinada. Una vez cometido el crimen, el asesino ideó un plan para deshacerse del cadáver, creído de que con ello no habría posibilidad de ser incriminado.

En esa trama, sus padres, Alfredo Zambrani y Amelia Huergo, tuvieron una activa participación, razón por la cual la fiscalía les imputó el delito de encubrimiento. La estrategia consistió en arrojar el cuerpo lo más lejos posibles y en un lugar en que jamás pudiera ser hallado, por lo que el homicida cruzó toda la ciudad y la provincia hasta llegar casi a los límites con Jujuy, por la ruta 9, en la zona de la Cornisa, en La Caldera.

En la Ruta Nacional 9, entre los kilómetros 1.639 y 1.640, Zambrani arrojó el cuerpo de Paola al fondo de un barranco. Los días siguientes, el homicida se mostró desafiante, ajeno al destino de Paola, quien era buscada intensamente por sus familiares.

Pese a sus excusas, el fiscal penal, Ramiro Ramos Ossorio, no dudó y pidió su detención, como así también la de sus padres. Todos fueron tras las rejas, un golpe que los Zambrani no esperaban tan pronto, no obstante, ninguno se quebró y el pacto de silencio dificultó el hallazgo del cadáver de Paola.

Decidido a asegurarse la impunidad, Zambrani contrató abogados y comenzó a sembrar pistas falsas e incluso no trepido en dar pie a versiones en detrimento de la moral de la víctima, como el hecho de que se hallaba refugiada en la zona del Bajo, dando a entender que era adicta.

Simultáneamente, trataron de correr con la vaina al fiscal, quien a pesar de que los días, las semanas y los meses corrían, no reparó en seguir y mantener la búsqueda de Paola, incluso se hicieron gestiones con el gobierno nacional en busca de recursos para dar con el cuerpo de la joven y hasta el pago de una recompensa.

Desde la cárcel, sin embargo, Zambrani seguía atentamente como su plan parecía cumplirse al pie de la letra, sin imaginarse, que algunos de sus amigos, a quienes confesó el crimen de Paola ya habían prestado declaración y no tuvieron inconveniente en incriminarlo.

La fiscalía, por ello, sabía que Zambrani asesinó a Paola, pero para probar el crimen era necesario encontrar el cadáver, tarea en la cual un par de perros rastreadores, Dao y Moro, al mando de Juan Abán, líder del Grupo de Búsqueda y Rescate Salta, tuvieron un rol fundamental.

Paola Alvarez


La vuelta de llave que abrió el caso llegó de una táctica denominada “búsqueda referencial”, la cual fue explicada por el propio fiscal como el rastrillaje palmo a palmo sobre un cuadrante de 38 kilómetros, tomando como punto de partida la casa de Zambrani y desde allí contar 2 horas y 10 minutos, tiempo que el acusado nunca supo justificar en sus declaraciones del día del crimen.

La ecuación de tiempo y espacio demando un radio de 38 kilómetros a la redonda, lo que llevo al grupo de ocho rescatista a iniciar la búsqueda desde la zona de la Cornisa, el 18 de agosto pasado, fecha en que luego de 40 minutos de tareas, encontraron el cuerpo de Paola en el fondo del barranco.

“Se determinó un cuadrante que comprendía unos 38 kilómetros de búsqueda, que partía de Norte a Sur. Cuando los rescatistas llegaron al kilómetro 15, dieron con el cuerpo hallado esta mañana, a unos 5 metros de la ruta, en un barranco, ubicado en el kilómetro 1.640, sobre la ruta 9, en La Caldera”, explicó tras el hallazgo del cuerpo el propio fiscal.

Sobre la imputación contra el ex novio de Paola, el fiscal explicó que “son numerosas las pruebas que existen en su contra, lo que permitió a esta fiscalía insistir con la hipótesis criminal de que Zambrani fue quien dio muerte a la joven”.

Así, y luego de 104 días, el plan de Zambrani cayó por tierra y, desde ese momento, Zambrani, sus padres y abogados, enmudecieron y hoy esperan el momento de ser juzgados por el crimen de Paola, cuya muerte podría sacar a luz, en el juicio, otros trapos sucios que, probablemente, Zambrani intentó ocultar con la muerte de Paola.
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Agua bendita, agua mortal
 
Los asesinatos de Alejandra Párraga y su pequeño hijo, Amir, de dos años, fueron otras víctimas de los asesinos más despiadados que salieron a luz en el año 2017, los que, a propósito, no fueron pocos. Franco Rodrigo Gaspar Cinco, un joven docente y periodista, logró las tapas de los principales diarios y la atención de todos los medios, pero no por su labor profesional, sino por el doble homicidio cometido el 5 de junio.

Ese día, en horas de la tarde, Gaspar Cinco llegó a la casa de su novia, Alejandra, con un encargo muy particular: una pequeña botella de plástico, en cuyo interior había agua, pero no cualquier agua, sino “agua bendita” o eso era lo que la joven creía.

El contenido de esa botella, sin embargo, estaba lejos de ser un brebaje milagroso, sino todo lo contrario: era una mezcla mortal de agua con cianuro de potasio, el propio Gaspar Cinco preparó antes de salir a la casa de su novia.

En su imaginación, muy propensa a los comics, Gaspar Cinco concibió que el cianuro, un clásico de los “malos” de las series de Marvel y DC, como el Dr. Veneno, era la sustancia indicada para matar al pequeño Amir, el blanco que el periodista había elegido para así poder tener el camino libre para rearmar una familia propia con su novia, Alejandra.

De la investigación penal, también a cargo del fiscal, Ramiro Ramos Ossorio, se pudo establecer que el joven periodista había comenzado a pergeñar su plan asesino el 25 de mayo, incluso intentó deshacerse del niño durante un paseo por el dique Cabra Corral, actividad que él mismo había propuesto.

Un pescador, sin embargo, salvó al pequeño de caer al espejo de agua, mientras Gaspar Cinco miraba a la espera de que el niño, quien se aferraba a una piedras, terminara de caer al agua, para luego simular que todo había sido un fatal accidente.

Alejandra, quien se había quedado en el auto por pedido de Gaspar Cinco, intuyó que algo andaba mal y salió en busca de su hijo, al que socorrió. Para no sembrar sospecha, el periodista simuló un descuido y rogó por el perdón de su novia.

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A los días, en tanto y luego de varios intentos por contratar a un “sicario” para que se “encargue” del niño, para lo cual ofreció importantes sumas de dinero, finalmente decidió hacerse cargo y terminar él mismo con la vida de Amir.

Previo recibir una pequeña instrucción de una amiga, estudiante de la Universidad Nacional de Salta respecto a las proporciones del cianuro, Gaspar Cinco llevó adelante su plan homicida, el que consistió en que el pequeño bebiera un poco de supuesta “agua bendita”.

Gaspar Cinco sabía que Amir estaba molesto del estómago, por lo que ideó que el niño tomara agua bendita, la cual, obviamente, se ofreció para obtener, pues aseguró que sería sencillo, ya que sólo tenía que ir a la catedral y tomar un poco de ese templo milagroso.

Cuando el 5 de junio, a la tarde, llegó con la botella a casa de su novia, Gaspar Cinco, sin ningún tipo de reparo ni remordimiento, dio de beber del agua al niño. En el acto, Alejandra, tentada por el poder del “agua bendita” no se resistió y también bebió.

Los minutos que siguieron, en tanto, fueron de dolor y mortales, pues el niño y su madre murieron casi al instante. El poderoso veneno corrompió todo a su paso en el interior de los órganos vitales de la madre y su hijo. Sólo Alejandra, según lo confesado por el periodista a una adivina amiga, alcanzó a darse cuenta del plan asesino y en su último aliento acusó al periodista, pero nadie escuchó.

Cuando realizaron las autopsias, gracias al sofisticado equipo de la moderna morgue judicial, los médicos forenses evitaron un mal mayor al detectar en seguida los rastros del veneno, el que aún despedía un gas mortal.

El reporte de la autopsia cambió todo. Y Gaspar Cinco, quien simulaba ser un novio desdichado en la tumba de su novia y la de su hijo, Amir, fue detenido por la policía en la casa de velatorios, donde su arresto sorprendió a todos.

Lo que siguió fueron vanos intentos del periodista por endilgarle la culpa de los crímenes a la propia Alejandra, estrategia que, como era de esperar, nadie creyó ni tampoco tuvo el éxito que esperaba, máxime cuando después de peritar su teléfono celular se descubrieron numerosos mensajes y conversaciones incriminatorias.

Para el fiscal, Gaspar Cinco “ya había tomado la determinación de acabar con la existencia del pequeño, procurando incluso que sea un tercero quien se ocupe de eliminar a Amir, y precisamente en dicho afán, el mismo acudió a diferentes conocidos, entre ellos un compañero de escuela, a quien no veía desde hacía años”.

Tal como sucedió con Paola Alvarez, el periodista nunca mostró signos de dolor y mucho menos de remordimiento, por el contrario, trató de dilatar e impedir el avance de la causa penal, sin embargo, los artilugios se agotaron y el fiscal lo mandó a juicio.
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