Ayer se desarrolló un mega operativo en distintos puntos del país por el delito de trata de personas dentro de una Iglesia Evangélica con sede en Buenos Aires pero que tenía delegaciones en otras provincias. Del mismo participaron más de 250 efectivos de distintas fuerzas y se logró desbaratar esta organización criminal que tendría sus orígenes en el país desde 1972 con la fachada de Iglesia.
Una de las delegaciones del interior funcionaba en Salta, en calle Zuviria al 1300. Ayer en el lugar se inició un allanamiento en horas de la madrugada y según reportaron desde las fuerzas federales se detuvo 2 mayores (1 femenino y 1 masculino) y se logró entrevistar a 6 personas (3 femeninos mayores, 1 femenino menor y 2 masculinos mayores) no serían víctimas.
Además se colectaron pruebas para la causa que seguirá en proceso ya que incluso se pudo determinar que poseen sede en Brasil y Paraguay, situación que ya fue advertida a dichos países.
De la investigación surge que la iglesia era liderada por una mujer conocida como “La Tía Eva” y bajo la pantalla de una comunidad religiosa denominada “Filadelfia”. Los delitos que desarrollaba esta estructura criminal eran trata de personas, lavado de dinero, delitos contra la integridad sexual de menores y adultos, contra la identidad y contra la vida.
Finalizado el operativo que contó con 23 allanamientos en Buenos Aires, Salta, Tucumán, Mendoza, Neuquén y Entre Ríos, se confirmó el total de 7 detenidos y el rescate de 69 víctimas.
Modus operandi
También desde la investigación se pudo conocer como operaba esta organización para captar a sus víctimas. Sustraían menores a sus padres biológicos para inscribirlos luego como hijos de varias mujeres de la organización.
Estas captaciones eran realizadas sobre niñas y niños en situaciones de pobreza y vulnerabilidad. Bajo una “persuasión coercitiva” les hacían creer que la líder de la organización era una persona con un poder supraterrenal. Una vez cooptados, eran obligadas y obligados a vivir en condiciones deplorables, carentes de higiene y con una alimentación degradante. Perdían contacto con sus familias, no iban a la escuela y retenían su documentación personal. En el caso de Buenos Aires eran obligados a trabajar en una panificadora que poseía la organización.
Además, se pudo establecer que la organización cometió instigación al suicidio al haber inducido a la muerte a un joven que se había reconocido como homosexual. Siempre bajo “la palabra divina”, el joven había sido obligado a desnudarse públicamente, fue golpeado y sufrió agresiones físicas (como arrojarle baldes de agua fría), entre otras atrocidades.