



Un hombre de 41 años fue condenado a cuatro años de prisión efectiva por una serie de robos cometidos en distintos domicilios de la ciudad de Salta, donde no solo se llevaba objetos de valor, sino que además se tomaba el tiempo para comer y beber en las casas que asaltaba.
La investigación se inició tras la denuncia de un vecino que al regresar a su hogar encontró puertas forzadas y varios elementos robados, como joyas, candelabros, cubiertos y vajilla. Al revisar la heladera, el damnificado notó que también habían comido su comida y bebido sus bebidas.
Días después, el mismo denunciante amplió su declaración tras descubrir la falta de dólares y más joyas guardadas en un ropero, y apuntó sus sospechas hacia un allegado de confianza.
A esta denuncia se sumaron otras similares: rompían puertas con piedras, revolvían todo y robaban anillos y objetos de valor, pero también cenaban en el lugar antes de retirarse. En una de las viviendas se recuperaron huellas de calzado y rastros papiloscópicos, claves para dar con el ladrón.
El hombre fue condenado por múltiples robos y hurto calificado, bajo un patrón repetido: entraba, robaba y cenaba. Ahora, deberá cumplir una condena en prisión por su insólito —y gourmet— modus operandi.













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